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lunes, 6 de febrero de 2017

El milagro de Houston

Una hora después de la yarda más larga recorrida por cualquier futbolista, puedo decir que soy testigo de un milagro.

Y digo milagro porque, como se le hizo costumbre al deporte, las cosas que uno no puede imaginarse que pasarían, no solo ocurren, sino que superan las expectativas de cualquier aficionado.

El Super Bowl en su edición número 51 (o "LI"), en Houston, Texas, dió lugar a un gran milagro en la historia de la NFL. Los veteranos y mejores del siglo XXI New England Patriots se enfrentaban a los Atlanta Falcons, los novatos que querían comerse el mundo por primera vez y demostrar por qué estaban donde estaban.
Los Patriots llegaban por séptima vez a un Super Bowl desde el año 2000 y querían hacer más grande su vigencia como el mejor equipo del momento y, ¿por qué no?, el mejor de la historia. Con un Tom Brady del cual se especulaba mucho y se esperaba poco, un Tom Brady que supo callar bocas y calmar las aguas demostrando su mejor versión.

Y los Falcons daban el presente por segunda vez en un Super Bowl desde su creación y lo hacían con creces. Su juego y ofensiva eran atemorizantes, de lo mejor que se vio en la temporada, comandados por su quarterback, Matt Ryan, quien supo ser MVP de la temporada y cuajar una final de conferencia maravillosa y aún un mejor desempeño en el Super Bowl.

Estaba todo dado para ser una gran final, pero nadie, insisto, nadie esperaba ver lo que estaban por ver al final de una larga espera.

El partido arranco con un dominio total por parte de los Falcons, Ryan estaba imparable y Devonta Freeman parecía tener cohetes en vez de piernas y Robert Alford que no quiso quedarse atrás. Fueron apabullantes, audaces, asesinos en serie mediante avanzaban las yardas. El marcador llegó a estar 28-3 a favor de los Falcons, provocando que los Patriots no hicieran pié en un mar de problemas en donde ni siquiera Brady lograba ganarse su flotador.

En algún momento perdido del tercer cuarto, llegó el primer touchdown para los Patriots a manos de James White, dando un poquito más de oxígeno a Tom Brady y su orquesta. Desde ahí, los minutos se hacían más cortos y la ansiedad más grande, el cuarto cuarto estaba en juego y de tantos intentos llegó el tan esperado pase magistral de Tom Brady para Amendola y crear más expectativas que esperanzas. Desde aquí, Tom Brady se volvió imparable.
El partido estaba 28-20 tras otra conversión de White, todavía a favor de Falcons.

Fue así que desde el minuto 2:22, el partido de los Patriots pasó de ser un partido de este planeta, a un partido de otra dimensión, inimaginable hasta para los propios jugadores. Avanzando yarda a yarda, un error de arbitraje hizo que los Patriots avanzasen cerca de la yarda 40, tras un pase no completado de Brady a Edelman. Los Falcons perdieron el partido apenas el árbitro decretó que el balón había sido válido.

Fue cuestión de tiempo para que, ya en la yarda 1, James White anotara otro touchdown para poner el partido 28-26 a favor de Falcons, y jugarse a la conversión de dos puntos para empatar el partido. Y así fue, tras una jugada muy polémica, que Amendola logró poner el partido 28-28.

El milagro estaba por concretarse. Por primera vez en la historia de la NFL un Super Bowl terminaba empatado en tiempo reglamentario y debía jugarse el tiempo extra. Hasta acá, ya era mágico. De estar en desventaja 28-3 a empatar el partido 28-28, dejando a los Falcons en ridículo y llevando el partido a muerte súbita por primera vez en la historia, ¿quieren más?

En la muerte súbita, el que anota un touchdown, es el campeón. No podría esperarse menos del equipo que regresó desde la tumba para amenazar de muerte a quienes parecían ser los campeones indiscutibles.

Así, un Tom Brady espectacular dirigió la última orquesta del partido con otro pase a James White que haría la carrera de su vida para llegar anotar otro touchdown en el minuto 11:04 y poner el partido 34-28 a favor de Patriots y automáticamente consagrarse campeones del Super Bowl LI.

A mi no me llamaba la atención el fútbol americano hasta mediados del año pasado, y no pude soltarlo hasta interiorizarme, aprender las reglas, su legado, las leyendas que pasaron por la NFL y los equipos que marcaron una época. Y es irónico que a poco menos de un año de interesarme en este deporte hermoso que se ganó mi respeto por ser un deporte que garantiza dejarte con el corazón en la garganta hasta último momento, siempre.

Sabía de Tom Brady, quien fue, qué hizo, qué ganó y como juega. Sabía de los Patriots, el mejor equipo en la historia. Pero no sabía que vería historia, ni mucho menos que vería un milagro, el milagro de Houston.

En este Super Bowl no solo se definiría al campeón de la NFL, o si los Falcons serían campeones por primera vez, o si los Patriots añadirían el quinto anillo a su franquicia, se definiría la perseverancia de un equipo que demostró por qué es el mejor de todos los tiempos. También se definiría si Tom Brady seguía siendo el mejor del planeta, pero por sobre todas estas cosas, se definiría si Tom Brady se ganaba la corona de ser el mejor jugador de fútbol americano de toda la historia. Y así fue.

Si antes se especulaba sobre esto, ahora Tom no deja dudas. Él es el mejor en su deporte, el mejor de todos los tiempos, único en su desempeño, un integrante de los pocos deportistas que se ganaron el derecho de ser el mejor en la historia de su deporte: Como Messi, Phelps, Bolt o Jordan.

Ahora Tom es una leyenda.


Fuente: www.mmqb.si.com