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miércoles, 14 de enero de 2015

92.

Gonzalo es un pibe adolescente de aproximadamente 1, 75 centímetros, muy poco robusto, de andar peculiar, anatomía promedio con rasgos normalmente relacionados con el parecer humano.
Hincha frustrado de Lanús, sabe que su único disfrutar con la casaca grana fue, y muy probablemente sea en años, la Sudamericana finalizada en Diciembre del 2013.

Muy buen amigo mío desde la infancia. Siempre fue partidario de intercambiar opiniones de otro rubro como la economía, la política, el órden social, comportamientos psicológicos o estados anímicos, muy lejos de temas como el tenis o el fútbol, de los cuales sólo le dábamos tiempo de debate una vez al año. Ojo, no es ajeno al fútbol, al fin y al cabo asiste a las tribunas y siente amor por Marchesín, pero su frustración de hambre de gloria no sólo se la reprocha a Lanús, sino también a su selección, exactamente a como piensa quien escribe. Pero eso cambió a comienzos de Julio del '14.

Gonzalo y yo tuvimos montañas de buenos y malos momentos. Y se sumarían una más a cada una.

- "¿Cuando juega Argentina, Fran?".
Me preguntaba desganado con tono de desinterés. Con 17 años y cuatro Mundiales vividos, de los cuales sólo recuerda dos, es normal que cualquier lógica adolescente rebelde se limite a no darle esperanzas a su selección.
- "El 15 de Junio, en unos días".
Le respondí con mi interés caracterizado. Nunca despegué un ojo.
- "Es el día del padre".
Se apuró a responder demostrando cierta faceta despectiva. Pero no puede ser culpado.
El Mundial estaba a sólo una semana de pitar el silbato para Argentina, y desde acá las esperanzas eran gigantes, arrasadoras, intelectuales en los cánticos provocadores y estábamos mágicamente adinerados para costear pasajes a Brasil.
La gente se movilizaba sabiendo que el país carioca, que tanta reputación tiene como potencia futbolística, iba a tener en su casa, por segunda vez, el torneo más importante en competiciones internacionales. Y que encima Argentina jugaría como venía jugando las Eliminatorias. Todo era motivo de ilusión. Las críticas a los jugadores iban a ser más fuertes que nunca, pero la ilusión era más fuerte.

martes, 13 de enero de 2015

Como adiestrar un humano.

A veces, el ser humano tiene que darse mil y una pausas para poder concretar la manifestación de una opinión de manera tal que no quede en ridículo al momento de abrir la boca. Los seres humanos somos así. Y la desventaja de que seamos así, es que sólo aplicamos esta norma a los que integren nuestra misma especie, es decir, la aplicamos (o la mayoría de las normas, corrigiéndome) a los humanos, y nada más.

Yo no me dí cuenta de esto hasta el día en que me encariñé con Gokú (no hablo del héroe del animé japonés, precisamente).
Gokú es un perro. Es mi perro. Que eso quede claro.

El día de Agosto del 2012 fue cuando llegó a casa y fue un hecho sorpresa que, inocentemente, añoraba hace años, y bien que tenía cómo justificarlo. Mis últimos recuerdos de haber tenido un perro, fueron: 
  • Una perrita, cuyo nombre no recuerdo, pero la amaba. Tuvimos que dejarla en un refugio para perros, porque nos volvíamos a Buenos Aires.
  • Dexter, un hermoso cachorro de boxer que hizo de nuestra casa un baño, y mis viejos decidieron darlo en adopción, ya que al ser demasiado hiperactivo, podría lastimar a mi hermana, quién estaba en camino.
  • Freddy, el cocker que se dió cuenta que yo estaba por nacer, el que se quedaba debajo de mi 'cochecito', cuidándome y haciéndome compañía. Falleció de viejo.
  • Camila, una petisa. Cuando yo tenía dos años, la agarraba del rabo y la paseaba por la casa cuando me preguntaban donde estaba.

Gokú era el nuevo y delicado manojo de lana que se dormía en los brazos de quien lo agarrase. 


Con el tiempo en marcha, lo vi crecer y formarse como un perro que se respeta, por más que constase con un tamaño de porquería. Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la norma que recalqué?


Cuando empezaba a cometer sus primeras macanas, le perdonamos regaños muchas veces, y otras no, justamente porque se lo trataba como un perro que debía ser adiestrado, o por lo menos eso nos dictaba nuestra naturaleza humana.

Por haberlo diferenciado de nosotros, hoy día hace lo que quiere con lo que quiere: mea una pata de mi cama, agarra el papel higiénico del tacho o ladra cada vez que se cierra una puerta.
Él, en su instinto, construyó la manera de tratar de decírnoslo, de hacernos dar cuenta de nuestro juicio, de pedirnos que cambiemos. Pero él no te rasguñaba la botamanga del jean y te lloraba pidiéndote una sobra, él no se ponía violento con alguien, él era más humilde y respetado. Él le hacía frente a los perros gigantes de la cuadra de una manera tal que estos pensaban que el pequeño quería jugar, pero en realidad se los quería comer con cubiertos de vidrio, se quedaba en la puerta de mi pieza esperando mi salida para verme, únicamente, él le hacía fiesta bípeda al estilo carnaval carioca a quién atravesase la puerta de entrada, él te pedía su comida en la boca, sino no comía hasta dentro de una hora...

Suena absurdo para el lector que piense que son procederes propios de un perro, pero yo lo siento muy diferente. Y a partir de estos procederes, empecé a tratarlo indiferente a mí. Hoy día soy el único de la casa que entabla conversaciones con Gokú, también soy el único que juega con él como si jugara con... mi hermano, soy el único que lo hace enojar a propósito, de la misma manera que hago enojar a aquellos de mi especie.


Con el tiempo, a mi cariño por el mundo animal, le sumé el trato indiferente a todas las especies que lo conformen. Con el tiempo me realicé de que, en cierta forma, vos sos el que lleva la chapita alrededor del cuello con tu nombre, dirección y número telefónico grabado, porque si se pierde nuestro compañero (nuestro perro), los perdidos somos nosotros.



Ve mucho más que blanco y negro.
Photo taken by Franco Emanuel. All rights reserved © 

lunes, 12 de enero de 2015

Gabriela.

Año 2037, Brasil, São Paulo. 02:13 a. m.
Típica pareja mixta parlando sobre su juventud, queriendo dejar atrás su agobiante rutina de padres y de trabajo.
Temas como la crisis económica mundial, la contaminación, la crisis del virus del ébola o los atentados terroristas no son su eje de conversación en el sillón del living, mientras reproducían en DVD una recopilación de los capítulos de la tan apreciada "Avenida Brasil", que tanto furor había tenido en Brasil y Argentina en los años 2012 y 2014, respectivamente.
Entre recuerdo y recuerdo, se filtra una sola pregunta: 
"¿Te acordás de aquellos años, linda?".

Franco conoció a Gabriela en lo que se conoce como "huevada" de los quince años. No de ella, de una amiga suya, en ese momento. No hubo nada más que esas miradas que los extraños se dan cuando se cruzan por la calle. En la fiesta de los quince de su amiga, se vieron de nuevo.
Pero ocurriría nada hasta marzo del año próximo, cuando ambos ya se habían liberado de cualquier presión sentimental que hayan podido tener previo a su encuentro.

-¿Te acordás de cuando éramos jóvenes? ¿Recordás nuestro primer beso? ¿Recordás?

-Sí, bobo, me acuerdo. Me hacés sentir nostalgia.
-Bueno, tenés razón, perdoname.
Se dieron un pico y siguieron viendo maldecir a Carminha.


Sí, soy Franco, y esta es mi proyección a futuro. Me persigno por todas y cada una de las palabras.

Y es que no hay manera de que no pueda soñar con ello. No hay día en que no me proyecte una ilusión. No hay momento en el que olvide cada una de los dichos de Gabriela en forma de deseo: "Vamos a tener un living bien grande, para empezar"; "un departamento, obvio"; "un Máximo pero que se llame Firulais". Madre mía.

Cualquier otro chabón sentiría incomodidad al escuchar semejante proyección de una vida que nadie da garantías de que termine concretándose. Para mi es una diversión, un orgullo, un... sueño.

Tan solo pensar en ello es un regocijo. Con ella me dí cuenta de muchas cosas, le hice dar cuenta de muchas otras; juegos van, juegos vienen; amaba comportarse como una chiquilla al saber que había un "changuito" esperando a que se suba; yo amaba discutir con ella, cada pelea era tan extensa que cada una contaba como un año más de relación, prácticamente.

-¿Te acordás de las peleas?

-Franco, mirá la novela.
-No, en serio. Que boludos.
-... boludo vos.
-... ¿En serio me estás hablando? 
-No.

Otra cosa que recuerdo son los regalos. Eso era estupendo. La cantidad de joyas que le dí. Ni hablar del montgómery invernal, obsequio para mi cumpleaños. Cada ramo de flores. Cada chocolate. Todo, básicamente, desde un rico almuerzo abundante en grasa, hasta unos $3 invertidos por el otro como pasaje de colectivo.

-Alto montgómery me habías dado, eh...

-Sí sí, de nada.
-... mala. Che ¿Y de las flores?
-Ya Franco, ¡dejame escuchar! ¡Meu Deus!

Sofía Bianca y Felipe Ignacio. ¿Saben? Nunca tuve problema con el nombre "Sofía Bianca", es hermoso, original, dulce y cuando uno trata de imaginarse la anatomía de esta futura mujercita, me imagino a una personita con rulos, nariz blanda al tacto y ojos iguales a los de la madre. Tampoco tuve problemas con "Felipe", aunque me gusta más "Ingnacio" como nombre de pila, pero por estar con ella, dejaría que le ponga "Pluto McDonald" a nuestro primogénito. Creo que no importaría el nombre, mientras sea con ella.

-¿Están dormidos los chicos, no?

-Si, cada día más grandes mis garotinhos.
-¡Al fin! Ya era hora... ¿Ese se llamaba "Maxwell", no? El traidor de la familia de Tufão.

Recuerdo también que siempre me divertí con muy pocas cosas y de manera muy fácil. A mi me bastaba con un juego de mesa a los 8 años; a los 11 estaba saltando en una pata por la PlayStation2; a los 14, un partido de fútbol de una hora entre amigos; a los 17 ver a la Selección, dos horas tirado en mi cama. Cada día más ermitaño, más panzón, por eso los hombres llegan gordos a la luna de miel.

-Linda
, hagamos otra cosa. Todo bien con Jorgito, pero me pudrió esto. Pidamos un kilo de helado.
-Qué amargo que sos, viejo.
-Bueno, me lo como yo solo.
-Ni en pedo.
Y por último, pero que más adoraba, además de estar con ella, era el pensamiento de arrodillarme y enseñarle un cilindro sin topes con un diamante en su copa. Esa podría ser mi mejor hazaña.

*Mientras comen helado, pero siguen viendo Avenida Brasil.

-¿Te acordás de cuando te lo pedí?
-¿Qué cosa?
-... casamiento, gila.
-Ay si, bebito. Me acuerdo.
Y cesaron la conversación definitivamente con un pico y un simultáneo: "¿Vamos a dormir?".


Contra el mundo, incluso con armas de juguete.

domingo, 11 de enero de 2015

Una leyenda con forma de Pupi.

Antes de que empiecen a leer lo que continúa debajo, les dejo en claro que muy probablemente parezca un ridículo perdiendo el tiempo escribiendo “estas cosas”, cuando podría estar matando el tiempo con algo más productivo. Es que se me hace imposible resistirme, la emoción que tengo hace unos días sobrepasa mi límite de prudencia y autocensura emocional.

Hace ya unos cuántos años que intento acercarme a cualquier puesto de diarios antes de las 12:00hs del mediodía, siempre que vea algún acontecimiento deportivo que me llame la atención, y es gracias a eso que en la sección “Internacional” del diario Olé, siempre me doy el gusto de ver alguna que otra hazaña de jugadores como Messi, Ronaldo, Cavani, etcétera.

Después de varias ediciones leídas, cuando termino de leer la página que destaca lo más reciente de la Liga BBVA, llego a la parte que titula “Serie A”.

Allí veo una imagen enorme de un argentino lanzado al aire y festejando como si hubiera sido él quién haya marcado el único gol de un partido decisivo, o festejando un título obtenido gracias a su gran actuación. Segundos después de analizar la imagen, recuerdo que el día anterior un tal Javier Zanetti jugaba su último partido de local con el Inter de Milán.

En la misma página, se coloca un apartado con cada año y equipos donde jugó, títulos que ganó, partidos disputados y demás. Y mientras los repaso, no me recreo aquellas imágenes de él levantado el Scudetto, la Champions o el Mundial de Clubes del 2010, ni otros títulos anteriores. Lo único que recuerdo es su cara sudada, con la mirada fija en la pelota que mantenía Cazorla, quien le daría un pase a Pedro y termine en el gol del descuento de Llorente para el 3-1 momentáneo de Argentina a España en el Estadio Monumental.
Este tipo no sabe lo que es el negocio, no sabe lo que es la mafia, no sabe lo que es el fracaso, en su cabeza solo entran los términos de camiseta, gloria y garra.
Estamos a las 19:30hs de un 15 de Mayo del 2014, y a este fósil le queda un partido más por jugar en el Inter, con 40 años de edad. 
Muchos dirán que soy un exagerado, que son 40 años que pesan, que su rendimiento actual no se va a comparar nunca con el de años anteriores, que ya no sirve… A cualquiera de ellos, puedo decirles que su visión del fútbol es mediocre.
Zanetti tiene 40 años, es un veterano, no hay cancha que no haya pisado, no hay leyenda a la que no haya conocido, no hay jugador más querido moralmente por los argentinos, y por sobretodo no hay nadie como él.
En sus 1113 partidos (hasta ahora y desde mi perspectiva futbolística), le faltaron jugar los correspondientes a Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014, y ser así quién más Mundiales haya jugado en la historia, convertirse en fantasma, y ser temido.

Para mis adentros, me doy el gusto de pensar que no tengo nada más que ver en el fútbol, pero Zanetti es solo un capítulo, pero es el capítulo más largo de un libro cuya contratapa no cerré.

Y similar a como dijo Hernán Casciari:

En mis años de ocaso, asistiré a una reunión con aquellos quienes hayan presenciado a cualquier otro mito de jugador, y uno dirá: “Yo presencié los 36 títulos de Ryan Giggs”; otro se levanta y dice: “Yo estuve en la hinchada del Bayern Munich cuando Beckembauer”; el de al lado: “Ví a Di Stéfano jugar en el Real Madrid”; el que refuta: “Me dí el gusto de ver a Messi, Xavi, Iniesta, Puyol y Valdéz en el Camp Nou durante más de diez años”; y será cuando yo me incorpore y diga: “Muchachos... a ustedes les faltó disfrutar al 'Pupi' Zanetti”.


 Photo taken from: whoateallthepies.tv. Edited.

La primera nunca fue la vencida.

Una primera entrada cuya primera introducción, si bien es abstracta, es un inicio de algo en lo que planeo progresar. Salve.