Gonzalo es un pibe adolescente de aproximadamente 1, 75 centímetros, muy poco robusto, de andar peculiar, anatomía promedio con rasgos normalmente relacionados con el parecer humano.
Hincha frustrado de Lanús, sabe que su único disfrutar con la casaca grana fue, y muy probablemente sea en años, la Sudamericana finalizada en Diciembre del 2013.
Muy buen amigo mío desde la infancia. Siempre fue partidario de intercambiar opiniones de otro rubro como la economía, la política, el órden social, comportamientos psicológicos o estados anímicos, muy lejos de temas como el tenis o el fútbol, de los cuales sólo le dábamos tiempo de debate una vez al año. Ojo, no es ajeno al fútbol, al fin y al cabo asiste a las tribunas y siente amor por Marchesín, pero su frustración de hambre de gloria no sólo se la reprocha a Lanús, sino también a su selección, exactamente a como piensa quien escribe. Pero eso cambió a comienzos de Julio del '14.
Gonzalo y yo tuvimos montañas de buenos y malos momentos. Y se sumarían una más a cada una.
- "¿Cuando juega Argentina, Fran?".
Me preguntaba desganado con tono de desinterés. Con 17 años y cuatro Mundiales vividos, de los cuales sólo recuerda dos, es normal que cualquier lógica adolescente rebelde se limite a no darle esperanzas a su selección.
- "El 15 de Junio, en unos días".
Le respondí con mi interés caracterizado. Nunca despegué un ojo.
- "Es el día del padre".
Se apuró a responder demostrando cierta faceta despectiva. Pero no puede ser culpado.
El Mundial estaba a sólo una semana de pitar el silbato para Argentina, y desde acá las esperanzas eran gigantes, arrasadoras, intelectuales en los cánticos provocadores y estábamos mágicamente adinerados para costear pasajes a Brasil.
La gente se movilizaba sabiendo que el país carioca, que tanta reputación tiene como potencia futbolística, iba a tener en su casa, por segunda vez, el torneo más importante en competiciones internacionales. Y que encima Argentina jugaría como venía jugando las Eliminatorias. Todo era motivo de ilusión. Las críticas a los jugadores iban a ser más fuertes que nunca, pero la ilusión era más fuerte.