Traducí a cualquier idioma:

jueves, 21 de diciembre de 2023

Abierto por fútbol

La última vez que anduve por acá con intenciones de escribir, hace casi un año, publiqué, un poco a modo pasional y otro poco a modo de descargo, una serie de reflexiones desde mi estado emocional y cómo las abordé desde mi condición de futbolero, a partir del título de un libro que, hasta ahora, es el segundo que yo haya leído sobre fútbol en la literatura: «Cerrado por fútbol».

Siento un poco de vergüenza al volver, y eso que estoy escribiendo en mi propio Blog, en la página que yo mismo diseñé y re-diseñé varias veces, en el único lugar en donde siento que no le tengo que dar explicaciones a nadie, en el único lugar donde la transparencia de lo que soy se vuelca en palabras escritas, pero sin embargo, incluso en este instante, me arrugo y me hago chiquito volviendo a este lugar.

Anteriormente, escribía porque tenía explosiones viscerales de pensamiento, ilustraciones precisas sobre el curso de la historia que le quería dar a mis cuentos, inundaciones de amor (o desamor) cuyo desagüe desembocaba en estos párrafos o bien, siendo mis favoritas, historias deportivas que solamente yo podía contar. Hacía un tiempo largo que ya no sabía por qué no estaba escribiendo, y pensé que en el anterior relato me había dado cuenta por qué, pero no.

Estamos a 21 de Diciembre del 2023, tres días después del primer aniversario de algo que generó tanto en mí que, yo sé, me hará decir, contar y hacer cosas incluso hasta cuando mis nietos solo me recuerden en fotos y mis historias me cuenten a mí. Por eso es que hoy tengo vergüenza, porque vuelvo después de casi un año, intentando hacer algo desafiante a la premisa con la cual vine acá en un principio, y es a lo que intentaré darle vuelo.

Cuando uno es pibe, quiere ser muchas cosas; doctor, astronauta, futbolista. Hice fútbol, como casi todos, pero un día le pegué a la pelota con todas las ganas de meter un gol, sacudí la red, procedí a levantar los brazos con alegría y volteé a ver a mi viejo, que se estaba tapando la cara porque había metido un gol en contra. Ahí entendí que era preferible no maltratar así al fútbol, que era más factible disfrutar de jugar al fútbol sin intentar jugar al fútbol. Me costó aceptarlo, porque incluso me recuerdo fantaseando, a los doce años, yendo a probarme a algún club para ir creciendo y así, ojo, poder formar parte del plantel de la Selección Argentina para la Copa Mundial del 2014.

Claro, mi sueño no había sido ser doctor, astronauta, incluso ni siquiera había sido ser futbolista, mi sueño era ser campeón del Mundo con la Selección Argentina. Era algo que me generaba todas las ilusiones posibles, cada imagen mental posible que se relacionara con ese sueño, pasó por mi cabeza. No era para menos, si yo viví mi vida a través de los Mundiales.

Tanto lo quise, tanto lo quisimos muchas personas, que ese sueño se cumplió y pasó a ser un estado de ánimo, un estado civil, un título académico, una definición personal, una permanencia en la gloria. Pero en mi caso, creo que me quedé demasiado en la gloria.

Siendo campeón del Mundo, pensé que todo lo que aconteciera en mi vida, acontecería con el gran exponente de ser, efectivamente, campeón del Mundo. Y era cierto, sigue siéndolo. Pero me empecé a dar cuenta de que había una diferencia crucial entre ser campeón del Mundo y creerse campeón del Mundo.

Al cumplir mi sueño, pensé que estaba tocando un pináculo, que no había nada más grande que eso, que con eso cumplido no había nada nuevo que pudiera comparársele, que con eso ya estaba.

Y dejé de hacer cosas: dejé de escribir porque el motor de mi inspiración, mi sueño, estaba estacionado en el garaje de categoría Gold Premium con un cartel que decía "World champions only"; dejé de leer porque aún no había terminado el libro que me hizo escribir lo último que escribí, porque estaba "cerrado por fútbol"; dejé de ver el fútbol como me gustaba, porque después de ver a la Selección Argentina ganar la final más competitiva en la historia del fútbol, pensé que no había nada que lo superase; dejé de ser creyendo que era.

Y no estaba bien.

¿Qué sentido tenía que acontecieran cosas siendo campeón del Mundo si creyéndome serlo iba a conformarme? ¿Qué sentido tenía celebrar cada vez que se cumplía un nuevo mes, si yo no iba a estar viviendo el sueño por estar tan sumergido en él?

En una película fantástica de Pixar, Soul, se cita la historia del pez joven que busca el océano, que no sabe donde encontrarlo y le pide indicaciones a otro pez más viejo, quien le dice que el océano es donde está actualmente, y el pez joven le dice:

—¿Esto? Esto es agua. Lo que quiero es el océano.

La arrogancia es la más peligrosa de las semillas, germina en la comodidad, la riega el ego y da frutos que se idealizan deliciosos pero tienen el más amargo de los sabores.

Es cierto, a veces la juventud hace que uno sea ciego con ciertas cosas. A mí me pasó y, por lo enamorado que estaba, me tomó poco menos de un año darme cuenta. Porque sí, lo reconozco, lo que tengo por el fútbol es amor. Le pido disculpas a mi novia y a mis ex novias, pero es así. Tanto estaba y estoy enamorado de algo tan maravilloso que, cuando se cumplió el sueño que siempre tuve, me cegó una algarabía solo comprensible por aquellos y aquellas que saben amar.

¿O me van a decir que nunca se enamoraron? ¿Que nunca proyectaron estando enamorados? ¿Que nunca tuvieron sueños en común por amor?

Todos soñamos al tenerle amor a algo. No nos importa realmente que el sueño se cumpla o no, nos agrada la idea de nosotros mismos con nuestro sueño cumplido por sobre la idea que nos hacemos en caso de que no se nos cumpla, pero soñar es inalienable a los corazones.

A mi me tomó casi un año darme cuenta que vivir los sueños no viene después de que se cumplan, si Dios así lo quiere, sino que se vive a través de ellos. Me tomó años darme cuenta que el sueño del pibe puede ser muchas cosas pero siempre radica en patear una pelota y nada más.

Hoy, a dos días de haber terminado el libro que me tomó más de un año terminar de leer y casi un año después de la última vez que escribí acá, tomo noción de lo mucho que me tomó darme cuenta que siempre hay algo más después de los sueños. Quizás se encuentren reflexiones como ésta, quizás momentos de calma, quizás frustraciones o descubrimientos acompañados de aprendizaje, pero siempre sueños nuevos y páginas por escribir y por leer.

Lo fundamental es, creo yo, escribirlas y leerlas, sin que nos importe si algún día vamos a despertar.