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martes, 2 de marzo de 2021

Pesadilla

Normalmente, la mayoría de las cosas que suelo escribir son inverosímiles, fantasiosas. A veces sí me doy el gusto de dejar en evidencia algunos episodios que ocurrieron realmente y, aunque quede en el lector la voluntad de distinguir si se trata de uno de éstos o los anteriores, siempre suelo darle desarrollo a mis historias con muchas gambetas a lo tangible.

Pero esta vez no.

Lo que me pasó en Julio del 2015 fue real. Tan real, tan en serio, que hasta el día de hoy recuerdo los detalles cómo si me hubiese pasado hace una semana, ayer o hace apenas unas horas.

En aquel año yo estaba muy bien, hacia pocos meses que había terminado el secundario, estaba de novio en mi plena adolescencia, buscando trabajo y habiendo pasado unas semanas en una casa de verano de Santa Teresita, justamente con la familia de mi novia en ese entonces. Pero hubo dos semanas en las que la pasé realmente mal.

Me acuerdo que fue días después de la Final que Argentina y Chile jugaron por la Copa América de ese mismo año, donde los andinos nos ganaron por penales y los argentinos quedamos aún más resentidos por el dolor que arrastrábamos hace un año por un gil que llamado Götze.

Estaba realmente triste, no solo por esto de los penales, sino porque por algún motivo en especial que aún no termino de descifrar precisamente, estaba muy bajoneado, inexpresivo. Me juntaba con mis amigos sin ganas, discutía con mi ex novia por boludeces, no tenía ganas de leer, ni de comer ni de nada. Pero donde más se reflejó, fue en los sueños.

Desde los trece años, y por un episodio similar al que estoy por contar, padezco de insomnio, y fue durante estas dos semanas que se intensificó. A veces amanecía agitado, sabiendo que había soñado algo pero sin recordar qué, me tapaba con la sábana ingenuamente, pensando que al hacerlo me sentiría más seguro, y automáticamente agarraba mi celular, para distraerme rápido y levantarme.

Fue así por unos días, tres o cuatro quizás, pero una mañana me desperté tarde, recordando lo que había soñado.

Cuando desperté traté de no hacer caso, de ignorar el sueño y olvidarlo. Sintonizaba canales deportivos, buscaba videos estúpidos en Youtube, le pedía a mi hermana que me traiga cosas a la habitación cuando en realidad no las necesitaba, pero me daba cuenta que se me estaba pasando el día, y no quería llegar a la noche sin haber hablado con alguien al respecto. La llamé a mi ex novia, y le conté.

En el sueño yo estaba solo, me sentía como si recién me despertara en la vida real, mareado, con los ojos achinados y el seño fruncido. Estaba vestido con la misma ropa con la que me había ido a dormir hace unas horas, pero no estaba en mi cama.

Estaba levantándome del suelo, como si me hubiese dormido ahí. Me incorporé despacio tratando de recuperar la vista, fregándome los ojos con las manos. No encontraba mis lentes, pero no los necesitaba, porque en el sueño yo no tenía los problemas de la vista que en la vida real sí tengo. Me despabilé, me puse a mirar alrededor y me di cuenta de que no estaba en mi habitación. Es decir, estaba oscuro, pero no lograba distinguir nada, no entraba ningún destello de luz de la ventana ni tampoco por debajo de la puerta. No estaba mi cama, no estaba mi placard, no había nada.

Lo único que se distinguía en el lugar donde estaba, era yo. Todo estaba increíblemente oscuro, y aunque buscara algún rincón remoto por donde entrara luz, no podía explicar por qué lo único que se veía nítidamente entre tanta oscuridad era yo.

Miraba para todos lados, buscando algo, o a alguien, lo que sea que me sirviera para darme una idea de donde estaba, para orientarme, pero no había caso. Empecé a caminar sin rumbo, pensando que quizás en algún momento me chocaría contra alguna pared y que entonces podría seguirla para toparme con alguna puerta o salida, pero no. Era un lugar sin fin, interminable.

En el sueño, yo era consciente de que estaba soñando. Y no me molestaba estar soñando aquello, supongo que me ganaba la curiosidad y que por eso no me despertaba, aunque ahora que lo digo, dudo que de haber querido despertarme, lo hubiese logrado.

Eventualmente, en un punto remoto del lugar donde estaba, llegué a ver un punto blanco. No sabía si era un destello de luz, o algún objeto, sólo sabía que era blanco y que estaba lejos. Empecé a caminar, y mientras lo hacía, me acercaba a lo que sea que fuese eso.

Caminé muchos pasos, y al darlos podía ir haciéndome ideas sobre qué era lo que veía ¿una ventana abierta? ¿un papel? ¿una cortina? Nada me resultaba concreto hasta que estuve a pocos pasos de distancia para distinguir que lo blanco, aquello que se se agrandaba mediante me acercaba, era un vestido.

Me extrañé. El vestido no se movía, estaba estático. Me acerqué aún más para ver que otra cosa se podía distinguir, y mientras más lo hacía, más me daba cuenta de que alguien lo estaba usando.

Pude distinguir detalles. Era una mujer, no podía verle la cara porque estaba de espaldas a mí, pero estaba descalza, era de mediana estatura, de piel pálida y tenía el pelo rizado y pelirrojo.

Al ver que era una persona pensé que le podía preguntar algo, quizás estaba perdido como yo y buscaba una salida de donde sea que nos encontrábamos.

-"Disculpame..." -. Le decía reiteradamente.-

Cualquier intento de comunicarme con ella era en vano, no me respondía, ni se movía. Simplemente estaba parada, estática, dándome la espalda. Yo no estaba tan cerca de ella pero sabía que no debía acercarme más, pero al ver que no me respondía me puse nervioso y empecé a caminar hacia ella de nuevo.

Otra vez, los pasos que caminé fueron demasiados, no era fácil acercarme, por alguna razón se me dificultaba cubrir una distancia más larga con cada paso que daba, pero al alcanzar cierto punto, noté un movimiento.

La mujer había girado levemente la cabeza hacia atrás, como si yo le hubiese llamado la atención, pero aún no se dejaba ver el rostro. Caminé unos pasos más, viendo como ella giraba su cabeza mediante me acercaba.

Me detuve, no estaba del todo seguro si en verdad quería verle la cara. Pero apenas dejé de avanzar, giró bruscamente y me miró a los ojos.

Era hermosa. Tenía unos ojos azules muy grandes, algunas pecas y labios muy rosados. Pero por alguna razón, me causaba un temor inimaginable.

La mujer, viéndome a los ojos y sin parpadear, empezó a caminar despacio hacia donde estaba. Por algún motivo no podía moverme, mientras ella me miraba yo no podía parpadear ni emitir ningún gesto, estaba paralizado y desesperado por no poder mover ni un dedo, usaba todas mis fuerzas para al menos dar un paso hacia atrás, y lo logré, pero cuando finalmente tambaleé para irme corriendo, los pasos que daba eran inútiles. No cubría distancia alguna, era como si corriese en el lugar, mirando para atrás para ver cómo ella se me acercaba sin ningún problema, sin dejar de mirarme fijamente.

Tropecé y caí al suelo, la mujer estaba a sólo diez pasos de mí y caminaba rápido. Empecé a hiperventilar, sentía como el corazón se me salía del pecho por el miedo que tenía, pero de alguna manera logré pararme.

Ella no se detenía, y cuando estaba a un metro de mí, estiré la mano involuntariamente hacia un costado agarrando algo. Era un hacha, no sabía cómo había llegado a mis manos pero sabía que tenía que usarla, o ella me iba a matar.

Sin dudarlo, levanté el hacha y la golpeé en el medio de su cabeza, tirándola al suelo, pero aún viéndola inmóvil quise seguir golpeándola más y más, y aunque quería dejar de hacerlo me era imposible, no me controlaba.

Le había desfigurado la cabeza por completo, si dejar rastro reconocible de ella o de los rizos que le crecían, pero por fin logré controlarme y dejé caer el hacha, agitado y cubierto de sangre, pero aliviado por la sensación de que había salvado mi vida de un final tétrico.

Me tranquilicé, respiré hondo y di unos pasos atrás, dejando caer el peso sobre mis rodillas, sin energía restante. Iba recuperando el aliento, y cuando ya casi me había calmado, vi que los restos de la mujer se iban juntando solos, como si los pedazos de su cráneo se uniesen unos con otros absorbiendo la sangre esparcida por el suelo, reconstruyendo lentamente la cabeza de la mujer tal cual a como estaba antes, pieza por pieza, mientras su cuerpo entero se incorporaba y se paraba firmemente frente a mí.

Entré en pánico, y cuando la cara de la mujer se había reconstruido por completo, abrió sus ojos, me miró fijo y seriamente me dijo:

-"Ahora... vos sos el siguiente"-.