Traducí a cualquier idioma:

martes, 20 de noviembre de 2018

Miserable

Te escribo esto por acá, con la enorme esperanza de que nunca lo leas porque tu inestabilidad psicológica podría destruirse en un click.

Hace poco te dediqué un texto; "Chocolatada con sabor a secundario"; donde te decía lo mucho que te apreciaba, lo incondicional que te era, lo insuficiente que todo te resultaba, destacaba muy frenéticamente los esfuerzos, los altibajos y tu resiliencia.

Lo hice porque te necesité. Estuviste un rato, y te fuiste.

Porque uno en depresión necesita de apoyo. Y tu apoyo, como el de otros más, fue fugaz.

Hoy, que estoy bien, que estoy feliz, que por más de tener un salario de $7.000 y poca gente al lado, que me siento lleno y contento de no contar con personas que no supieron tener humanidad conmigo, te lo digo con todas las letras: ME DAS PENA.

Me das pena porque supiste ganarte mi mayor aprecio y, al mismo tiempo, el mejor de mis desprecios. Porque te creíste demasiado, cuando eras, y seguís siendo, una pena.

Porque no tenes fortaleza, porque necesitas de otros, porque absorbes todo lo bueno de una persona, porque adoptaste el mismo comportamiento de tu madre, que es lo mismo que vos pero potenciado a la millonésima.

Te lo voy a decir muy clarito:

Conociste a un flaco, te volvió loca, sacrificaste y dejaste que tus cercanos sacrificaran lo mejor de ellos solamente para ayudar a ese flaco. Tuviste un hijo, que nació con un único 'defecto' para vos: ser hijo de ese flaco. Por consecuencia de laburos que fueron y vinieron de ese flaco, dejaste a tu hijo con tus padres, siendo esto, en una sana opinión de tu hijo mismo, lo mejor que pudiste haber hecho por él.

Seguiste adelante una vida de mierda, no acompañada de aquel tipo, sino atrás de él. Porque de tanto alegar que "lo bancabas en todo", vos sola te mantuviste a la sombra de él, cayendo muy bajo, inclusive más bajo de lo que él pudo haber caído en aquel momento que vos sabes bien cual es.

Tuviste una hija, una hija que no tuvo la misma suerte que yo, por desgracia.

Y a ambos, a tu hijo y a tu hija, les transmitiste un mundo plagado de discusiones, de doctrinas, de reglas absurdas que ni tu propio viejo justificaba. Pero afortunadamente, tarde o temprano me empezó a chupar todo un reverendo huevo. Tanto vos como tus problemas y tus discusiones con él.

Soporté las peores comparaciones tuyas y de tu vieja. No querían que me parezca a él en ningún sentido, me taladraste la cabeza toda tu vida. Vos y la imbécil de tu vieja.

Tiempo después, se murió tu viejo y vos te viniste abajo. Lo único que pudiste hacer bien en ese entonces, fue separarte. Pero ignoraste diferenciar lo que era separarte de él, a separarte de lo bueno que tenías alrededor. Porque al menos, a nosotros nos tratabas bien. Porque siempre cuando necesitábamos un refugio, estabas. Ahora, nadie te banca.

Y, para mí, cuando te separaste estaba contento. Contento por vos. Sin saber lo que se me iba a venir encima.

Me destruiste más de lo que estaba al seguir comparándome con mi viejo, porque ahora que él no estaba, tenías todo el tiempo y espacio del mundo para hacérmelo notar. Me dijiste que por mi abuelo yo TENÍA que aprobar el secundario, que era una vergüenza si me llevaba una materia, que decías que no iba a poder porque terminé ese año con UNA materia en Diciembre, que la rendí en la primer fecha y terminé entre los mejores promedios del colegio en el último trimestre, y cuando terminé el secundario, no me alegró terminarlo, me alegró saber que te podría refregar la nota, el certificado y el título por la cara. Y fue lo que hice, y cuando lo hice, te pusiste mal porque "una vez que logré algo en mi vida y me lo venís a contar así"... 18 años tenía, estúpida. Apenas empieza mi vida.

Afortunadamente tenía a la brasilera que, bien mala que fue nuestra relación y bien que ella se desgastó tanto, me sacó adelante un montón de veces. Porque si no era ella o los pibes, no era nadie. Porque a vos te importa más la burocracia que el esfuerzo. Porque no premias nada ni a nadie.

Apenas terminaron las vacaciones, empezaste a EXIGIRME que me inscriba en una carrera y que me busque un laburo porque vos "no me podías mantener". Pero después te ibas de vacaciones a la costa con tu hija y te gastabas la vida.

Me inscribí en psicología, en el C. B. C. Conseguí laburo en una estación de servicio por cuatro lucas de mierda. Y afortunadamente para vos y tus expectativas de mierda depositadas en mí, recursé todas las materias y duré un mes en esa estación.

Pero posteriormente te dolió saber que había agarrado un laburo en un Instituto como profesor de inglés, donde estuve 4 años y empecé a hacer lo mismo que vos hacías, pero mejor. Porque sos una maestra de mierda, porque presumís tus 4 horas de mierda en frente de pibes que nunca te bancaste, tratándolos mal, enseñando como se te canta porque es un colegio de villa y tanto vos como todas ahí, se sienten libres de dar su material como se les canten los ovarios.

Y a partir de ahí, el estudio.

Porque tenía un laburo donde sacaba buena guita al mes, por cuatro años, que me daba tranquilidad y decisión sobre lo que quería hacer, me dio tranquilidad económica y personal. Necesitaba laburar porque vos no me querías dar nada más que el techo y la comida (ponele).

Y me decías que de mi vida no hacía un carajo, porque no estudiaba ni tenía un laburo en blanco. (Porque ahora que tenía laburo, me subía el limbo y TENÍA que ser un laburo en blanco, sino... no se aprobaba)

Y a todo esto, empezaron mis epifanías. Me di cuenta de cuan mala madre sos. ¿Cómo? Viendo las cosas desde afuera, porque como quedé soltero y empecé a tener otra rutina, no pasaba tanto tiempo en casa contando el laburo. Porque antes estaba cegado.

Y sí, sos mala madre, te guste o no te guste. No sabes ser madre, dedicate a otra cosa. Nunca planeaste tener hijos, llegaron cuando llegaron y "eso está bien porque nos amas". ABORTO LEGAL, SEGURO Y GRATUITO, LA QUE TE RE PARIÓ.

Sos mala madre porque por consecuencia de las decisiones que tomaste en tu vida, tu hija las pasa como las pasa. Porque derivas la responsabilidad de lo que le pasa a causas como "la mudanza", "la muerte de su abuelo", "el padre no está", "el hermano no la ayuda".

Y no es así. Porque todo trasciende de la pedagogía y las secuelas psicológicas. Sos maestra, estudiaste eso, deberías saberlo.

La mudanza fue una consecuencia, y ella lo sufrió porque vos la sufriste, porque en un principio no querías mudarte a ningún lado, y tu malestar se lo transmitiste a ella con tus acciones cotidianas. Con la muerte de tu viejo, es lo mismo. Si ella era feliz con su abuelo, ¿por qué te aferras solamente a eso? ¿Significa que ahora nada le puede dar felicidad? ¿Significa que vos no le podés dar lo mismo a ella? ¿O mejor? A vos te dolió más que a nadie, porque era tu soporte. Pero NINGUNA PERSONA debe ser el soporte de otra, porque la naturaleza humana no funciona así, cada uno es autónomo, lo sentimental acompaña, pero no es una base para construir un muro alrededor de esa persona. A mi también me duele, yo también lo extraño, pero se sale adelante, dejate de romper las pelotas.

El padre no está, es cierto, porque te separaste. Y él fue bastante idiota también, pero ella vive con vos, no hay necesidad ni causalidad de que estes continuamente quejándote de lo que él hizo mal o no hace. Sos la madre, si tanto la querés tener con vos, entendé que lo único que a ella le tiene que importar es que tiene un padre y una madre. Que ambos la aman. PORQUE AMBOS LA AMAN, NADIE LA AMA MENOS O MÁS QUE EL OTRO. 

Y dejá de calificarlo. Él se mando sus cagadas, está donde está, ¿qué más querés? ¿que se muera? ¿que esté mas ausente para tener más motivos para quejarte? Desde su posición hace lo que puede. Y en lo que a mi respecta, es buen padre, porque después de varias reflexiones, conmigo lo fue y lo es. Porque a mi, como padre, me da mil veces más de lo que su papá le dio a él.

Me olvidaba, su hermano la ayuda. La acompaña. Porque es lo único que le va a quedar cuando sea mayor. Es lo único que, para él, es incondicional. Y ella y yo sabemos cuanto te esforzas por algunas cosas, pero sabemos cuan poco te dedicas a otras cosas. Que, tenemos que decirlo, son muchas más las negativas que las positivas.

Te explico por qué:

Te sobra la saliva (y las palabras de "aliento" de tu madre, que yo llamo LAVADAS DE CEREBRO) para escupirnos a tu hija y a mí que haces de todo por la casa y por nosotros que mantenes la casa sola.

Yo, me saco el sombrero. Saliste de muchas situaciones adelante vos sola. Tenes unos ovarios enormes.

Pero te voy a defenestrar, como lo vengo haciendo, con otras. Tenes muy poca empatía. La gente cuando tiene un problema no necesita que le des una opinión de lo que debería haber hecho o que le remarques lo que hizo mal, necesita un oído y un consejo. Tu hija está en plena etapa de crecimiento, se está formando como persona, lo que menos necesita es a la madre que le esté atrás con pelotudeces como dejar la botella abierta en la mochila u olvidarse la boligoma.

Preocupate por su higiene, por su estética, por su educación sexual, por su libertad de expresión, por su diferenciación a tus ideas, por su autonomía.

Date cuenta que tu hija se va al colegio con el pelo tal cual se levanta, porque no sabe peinarse sola. Porque no se baña si no se le dice, porque no sabe limpiarse después de ir al baño, porque no se abastece sola en la mesa, porque no tiene modales, porque no tiene tu soporte en la sexualidad y busca las cosas en internet, y por eso pasó lo que pasó con tantas aplicaciones, porque no sabe respetar, entender o escuchar una idea diferente a la que ya tiene preestablecida (que, por cierto, todo lo que tiene en la cabeza, lo tiene gracias a que vos se lo metiste), porque no sabe investigar acerca del mundo que la rodea, porque hay cosas fundamentales de sentido común que ella no tiene adquiridas, porque no sabe mantener una discusión sobre si misma, porque se desvía de la cuestión atacando a la persona que trata de explicarle o aconsejarle algo, PORQUE CUESTA UN HUEVO HACERLA ENTRAR EN RAZÓN CON CUESTIONES OBVIAS CÓMO INDEPENDENCIA O CRITERIO DE PERSONALIDAD.

Me dijiste mil veces que era probable que ella "no sea del todo normal", que "puede tener un déficit madurativo".

Te tengo noticias: no es del todo normal y tiene un déficit madurativo.

¿querés más noticias? Es tu culpa. Porque no supiste sacarla adelante con su problemas personales, porque si a ella le faltas, le falta el universo. Y no es un halago, es una CAGADA que sea así. Porque si la seguís atando, un día te vas a morir, ella va a tener 50 años y no va a saber que mierda hacer. Tal como vos con tus viejos.

Punto aparte:

No sabes lo que es el orden, no sabes lo que es la limpieza. ¿Es tu casa? ¿son tus reglas? Mantenela y cumplilas vos primero antes de exigírselas a otro/s.

Que las cosas fuera de lugar, que la pava acá, que los zapatos acá no van, que el tender nuevo, que vos decidís lo que se come o lo que se mira en la televisión.

Sos una mujer despreciable, no tenes cariño propio. Te preocupan banalidades por sobre cuestiones importantísimas de la casa. Y si vos te quejas de esas idioteces, te digo muy resumidamente las cosas por las cuales podrías preocuparte:

Las cucarachas y la suciedad en la cocina, el baño que es un asco para todos los que lo usan (preguntale a tus cuñados, a mi ex, a amigos que he traído), bañar a los perros (que vos decidiste traer a casa), limpiar la mierda del suelo, aconsejar a tu hija sobre el orden y la limpieza en su propia habitación, limpiar la heladera que tiene restos del año '99.

Preocupate por ser una persona que crezca. Sos joven todavía. Fijate el mundo que le transmitís a tu hija. Vos que tanto idolatras a tu vieja, ¿no aprendiste nada de su fetiche con el orden y la limpieza? ¿En serio? ¿Tan incapaz sos?

A mi me tenés podrido. No me como más el verso de que por pagar los impuestos o darnos de comer, es que nos querés. El cariño son las pequeñas acciones, los buenos momentos, te sorprenderías por qué tan increíble puede tornarse una persona teniendo esos procedimientos. Procedimientos que todos tenemos y aprendimos en la vida.

¿Por que vos no los aprendiste?

No esperes más nada de mí. Te supiste ganar mi respeto, ahora te ganaste gran parte de mi desprecio, porque no te aguanto más. Y quedate tranquila que, apenas pueda, me voy a ir.

Y cuando me vaya, porque te conozco, y me vengas a buscar o me llames y me digas que me extrañas como una ex-novia desamparada y patética, no voy a estar más. Ni para vos ni para tus caprichos. Porque te lo ganaste. Porque no voy a cometer los mismos errores que vos y, anhelo, que eventualmente te sirva antes de que te mueras. Porque tenes tiempo pero... con vos uno nunca sabe cuanto puede tomar.

Andate bien a la mierda.

viernes, 30 de marzo de 2018

Jana del Rey

Teóricamente le había dicho que escribiría esto mientras tomábamos un café.

A principios de Febrero tuve uno de los mejores episodios en lo que va del año, porque no sólo pude tomar Brahma y mate en el mismo día, sino que además tuve el valor agregado de conocer a una persona que haría que se me vuele la tapa de los sesos. No solamente por estar maravillado o sorprendido, sino porque me generó cosas que no son del todo normales en alguien que no tenía interés específico en nadie ni en nada.

No sé si habrá sido por lo rico de mis mates, o el calor que hace más atractivas a las personas, o por las cosas en común o porque estuvimos toda la tarde escuchando Bruno Mars, aunque no creo porque le jodió que no me guste tanto 'Versace on the floor'.

Los desniveles que me produjo ese día y los que vinieron después fueron tan asentados que logró confundirme muchísimo en las intenciones que tenía con ella. Porque, siendo honesto, al principio no era nada, pero creo que siempre tuve el presentimiento de que ese pensamiento pronto se iba a escapar cabizbajo.

Quiero decir, a mi consideración, encontrar a alguien en Tinder dos veces e insinuarse tímidamente respondiendo a una reflexión personal de ella, no es la mejor manera de tratar de "conquistar" a una persona. O capaz sí, pero a mi nunca me había servido. Que de hecho no sé si me sirvió, pero dejémoslo ahí.

La situación entonces era: 17 años no aparentados, estudiaba dirección de cine, lo suficientemente cinéfila como para generarme más interés, copada, le gusta Bruno Mars, se lastima los pies con facilidad, le digo Jana del Rey, y una contra destacable: hincha de River.

Todo eso y más, hasta el día de hoy, me enamora. Y sí, lees bien, me enamora. Porque son cosas que me vuelven loco y hacen que tarde o temprano me quede mirándola con cara de imbécil mientras come fideos, o baila en un boliche o me prepara el té.

Aunque destaco que soy un imbécil por otras cosas. Principalmente por darle atención a cosas que exagero porque me da el tiempo, por querer entender algo e interpretar otra cosa, pero más importante, me considero un tarado por tener cagaso de decirle que, capaz, todo lo positivo y lo negativo que me pasa es porque estoy más enganchado y muerto que no sé qué. Que capaz no me alcanza con sólo quererla o tenerle aprecio, capaz de tanto querer cosas con ella, ahora tengo una daga de doble filo que me hace tan bien y tan mal.

Capaz estaré enamorado. Y capaz lo acepto, pero si lo acepto, viene el temor de decirle que la quiero en mi compañía para algo más que acompañarla o ayudarla con el laburo, o tomar cafés en Havanna o bailar cuarteto para la mierda. Capaz la quiero porque... porque no sé. Y ahí volvemos al principio, y ya estoy harto.

Discutir es algo que adoro hacer con todo lo que genera sombra. Porque soy un jodido de mierda que tiene las mejores palabras para fundamentar lo que piensa, porque me cuesta dar el brazo a torcer, aunque capaz sea porque tengo exceso de calcio en los huesos.
Pero con ella no.

Con ella discutir es triste, me deprime, me enoja, me irrita. Ya no lo disfruto. Y es una cagada, porque si bien discutir es algo totalmente insano, a veces me divierte, y por momentos pienso que a ella le divierte más verme a mi quejándome de que no la paso bien discutiendo con ella, en vez de que yo disfrute argumentar contra ella. Lo que la convierte en otra hija de puta, pero una hija de puta en el buen sentido, no como yo.

De todas maneras y con todas las discusiones habidas y por haber a cuestas, todo me chupa un huevo.

No me importa si la cague yo, si la cagó ella. Si tenemos más desacuerdos que acuerdos al discutir. Si ella tiene razón o yo. Si entendió que quería que me compre una sartén o si entendí que ella es insegura. Todo, sí, todo me chupa un huevo.

Porque al fin y al cabo la veo y termino sonriendo de vuelta como un imbécil sin saber por qué. Porque no importa si estoy triste, deprimido, enojado, terco o lo que sea, siempre termino riéndome apenas la veo y se me va todo.

Entonces, ¿me hace bien o me hace mal? Y, mira loco, las dos. Pero te digo algo... me encantan las dos. Porque en las buenas somos las personas mas felices del mundo, y en las malas seguimos siendo felices aunque nos portamos como dos giles fingiendo que no se quieren. Y si te lo pones a pensar, eso es tierno. Además se aprende, y yo en dos meses aprendí mucho más de lo que aprendí con cualquier otra chica, ¿entendés?

Mirá que tan estúpido estaré que me cagué en mi capacidad radial y empecé a meter paratextos en donde no tienen que ir. Este relato es una garcha, pero capaz eso lo hace uno de los mejores.

La cuestión, Jana, es la siguiente. No te puedo ni quiero decir que estoy enamorado, porque sinceramente ni yo entiendo que es lo que me pasa con vos. Pero sí te digo que son todas cosas buenas, cosas de las que me enorgullece sentir por una persona tan sana y tan correcta. Porque esa gente está marcada con rojo en el mapa con la categoría "En peligro crítico de extinción".

Te lo vuelvo a repetir, me enorgullece. Por mí y por vos. Porque, como te dije el día que ganó del Potro y estaba tan contento, creo que nos conocimos en el momento justo, donde cada uno sólo puede dar lo máximo de todo lo que tiene. Y sí, eso incluye equivocarse y aprender. Pero pará, ¿en dos meses? Si es así, por algo será. Aunque no sé donde termine esto.

Pero sé que hay muchas chances de que termine en algo hermoso.

Sigo siendo un cagón del orto, sigo siendo medio débil respecto a tener estos sentimientos por alguien, pero en Serrano te dije que me la iba a jugar, y me la sigo jugando. Porque te quiero.

Y no sé si estaré enamorado, o enganchado, o capaz terminamos en la friendzone (joda), y tampoco sé si me sacaré el miedo de encima en algún momento. Pero le voy a hacer frente, y cuando eso pase, seguro esté nublado y estará sonando 'Versace on the floor'.

martes, 13 de marzo de 2018

Las cucharas de Hilda

El 21 de Junio del año 2000 mi abuela me contó una de las mejores anécdotas ficticias de mi vida. Me acuerdo de la fecha tan específicamente porque ese día Boca le ganó por penales al Palmeiras de visitante y levantaba su tercera Libertadores de su historia, de no ser por ese acontecimiento seguramente ni me acordaría de esto.

Y digo ficticias porque en realidad eran más bien historias que me contaban para que yo cerrara la boca cada vez que me ponía insoportable en los almuerzos de los domingos.

En aquel momento, las últimas jornadas de la semana no eran simplemente almuerzos. La familia se juntaba para devorar descaradamente y sin temor a faltar modales los fideos con tuco de mi abuela Hilda y, de vez en cuando, asaditos del abuelo Julio.

Aquellos domingos, yo con casi 4 años, mi diversión se repartía en comer con los dedos y escuchar las cómicas epopeyas de mi tío cuando estaba en la marina o la prefectura. Pero como todo niño en formación y con delirios de adultez, yo también quería tener cosas interesantes y graciosas por contar, así que me gustaba arrodillarme en la silla y contar como mi compañero Sebastián le tiraba del pelo a Juan Manuel para molestarlo en la salita roja.

Para mí era cómico e interesante, pero para los adultos de mi familia, era aburrido y estresante, aunque regocijante escuchar al primogénito contar sus odiseas infantiles. Pero como les superaba más la situación de cierto desinterés, se turnaban entre mis padres y mis abuelos para contarme cosas y hacerme cerrar el culo de una buena vez.

Entre tantos cambios de roles, un día mi abuela se inspiró a lo Fontanarrosa y me diseñó de manera sublime una anécdota para cada cucharita que tenía.

Vale aclarar que la colección de cucharitas de metal de mi abuela era increíblemente variada: cucharas nuevas y relucientes, viejas y oxidadas, cucharas dobladas por el uso y hasta cucharitas con microdiseños.

Entonces, a mi abuela Hilda se le ocurrió la fantástica idea de combinar su fanatismo político con las cucharas. Y empezó:

  • "Esta cucharita es una de las mejores que tengo, tiene diseños de animales en la partecita larga, ¿ves? Esta me la dio el General Perón una vez que vino a tomar café a casa, porque siempre se traía su cucharita personal"
  • "¡Uy mira esta cuchariiiiita! Es muy simple, muy humilde. Esta me la dio Arturo Illia cuando fui a su casa por una consulta médica, porque él era doctor, ¿sabías?"
  • "Já, mira vos que cosa. Esta de acá está toda doblada y fea porque es una que me quiso robar De la Rúa, se la tironeaba de un lado para el otro, ¡me quería robar la cucharita!"
  • "Nonono, esa cuchara vos no la podes tocar. Es la cuchara de Videla, no la uses"
  • "¿Vos querés saber de esta cuchara? Esta es de Galtieri, está toda abollada porque se la tiré por la cabeza y no le dí".
  • "Esta cuchara me la dio Menem cuando le dije que no quería salir con él"
  • "Y esta cucharita es la mejor. Le tengo mucho cariño porque tiene mucho valor para mí. Es la cuchara de Evita, mirá que linda que está, la usé muy pocas veces"
Fue cuestión de tiempo darme cuenta que en realidad mi abuela nunca había conocido a ningún presidente de la nación. Que mucho menos había tomado té o café con alguno de ellos. Y ni hablar que le habían regalado cucharas o querido robarle a mi abuela.

La anécdota de las cucharas, hoy que las cosas son tan diferentes, deja otra enseñanza que solamente querré compartir conmigo mismo para mis adentros. Porque por un lado es triste que a un nene se lo quiera entretener con cucharas politizadas, pero por otro es único e irrepetible aprovechar un momento para dejar en claro un concepto.

A mis casi 22 años, yo ya conocí personalmente a dos presidentes de la nación, una vicepresidente y varios intendentes, diputados y gobernadores. Por supuesto que nunca fue en circunstancia de tomar un café, ni mucho menos sería algo que quisiera hacer porque la política me la tomo muy en serio.

Y hoy entiendo a qué se refería mi abuela con "cuchara". Era más que una metáfora de lo trágico y lo polarizado de la política argentina, era más que memoria e incluso era aún mucho más que un cuentito para un nene.

Hoy estoy seguro que cada político toma café o té, o chocolatada capaz. Más seguro estoy de que cada uno tiene su cucharita cotidiana en su casa para acompañar esas bebidas. Pero yo me pregunto, ¿podré contarle a mis hijos o nietos, el día de mañana, que un político "usó" cucharitas conmigo? ¿O les contaré que en realidad cada uno tiene su cuchara personal para tomar café?

Lo que sí sé es que a mi siempre me gustó más el mate, y las bombillas son todas iguales, cumplen la misma función y nada llama menos la atención que una mísera bombilla de mate. Mejor les enseño a preparar un buen matienzo para compartir con la familia o amigos que a tener una cuchara con la cual tomar café de vez en cuando.

sábado, 13 de enero de 2018

Garota da Paraíba.

El año pasado, más específicamente el 30 de Diciembre, conocí a Bruna.

Bruna es una chica de 21 años, brasileña, trabaja en programación y vive en el norte de su país natal. A Bruna la conocí gracias a una maravilla del 'dating' moderno llamado Tinder. Mi dedicación hacia esa aplicación es casi nula, pero un día decidí entrar simplemente porque estaba aburrido. Y como supe que era muy difícil tener una "chance" de hacer contacto con ella mediante esa aplicación, decidí agregarla a Instagram y dar el primer paso de un chamuyo patético.

Increíblemente la muchacha no hablaba español, mi portugués es muy básico y después de un intercambio de likes en nuestros perfiles, ella se avivó y dijo "I saw you are an english teacher...". En resumen, éramos dos desconocidos, de diferentes partes del mundo hablando una lengua que no es la nuestra y con intenciones románticas. Maravillas del siglo 21.

Cuando la conocí, en aquel hotel de Retiro, la llevé a conocer centros turísticos de Buenos Aires: Palermo, Recoleta, Puerto Madero. Me dí el increíble gusto de hacerla probar el mate, de hablarle del Fernet con Coca e introducirla en dichos como "al toke, perro".

Obviamente, sin perder las intenciones.

Desde el primer momento las cosas fueron un tanto diferentes, nunca había sentido tanto desnivel de costumbres y cultura, tantos escalones por subir con la ineficacia del lenguaje ni mucho menos se me había ocurrido que esa chica de Paraíba me volvería tan loco.

Porque no sólo fue un chamuyo de verano cual estornudo, tampoco fue una chica más y por supuesto que no entra en la categoría de aventura. Fue muy diferente, casi único y, creo yo, irrepetible. Porque en esos días nos dimos cuenta que a veces hay que buscar del otro lado del planeta una gran compañía, y yo la encontré, y creo aún tenerla.

Cuando volvió a Brasil, empezaron los problemas. Miles de malentendidos por el idioma, grandes juicios erróneos hechos hacia el otro, la imposibilidad de tener el tiempo disponible para hablar cuanto queramos, la dificultad para nosotros de vernos de nuevo, la distancia, lo inigualable de la situación y el miedo constante de perdernos.

De hecho hasta hoy siguen esa clase de problemas, en este momento ella debe estar enojada conmigo porque ella piensa que quiero discutir sobre el viaje, porque piensa que la presiono, porque a veces se malentienden las palabras y pensamos cualquier cosa. Porque si bien el amor y el cariño son el único lenguaje universal, todavía no terminamos de encontrarlos plenamente.

Porque somos jóvenes.

Y es por ser jóvenes que yo, específicamente, no quiero soltarla, no voy a soltarla, no por capricho, no por ansioso, sino porque así lo queremos. En la última semana hablamos 4 veces pero sabemos que, si bien no es lo mismo, se puede. Y se puede de verdad, Bruna.

Yo no sé donde terminará esto. Si terminará bien o mal. Si no terminará nunca. O terminará hoy, o mañana, o en Buenos Aires o en Paraíba. Pero lo que sí se es que no quiero que termine.