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jueves, 27 de abril de 2017

Conciencia intergaláctica.

Este relato va a ser un tanto diferente, muy largo y demasiado insoportable para aquellos impacientes o no interesados en el tema (a quienes recomiendo que empiecen a interesarse porque es una cuestión muy importante).

Desde los orígenes de la humanidad, se formuló la misma pregunta una vez obtenida una inteligencia considerable: "¿De donde venimos y hacia donde vamos?".
A partir de entonces, nos sumergimos en un abismo que poco quisimos ver, y poco queremos ver aún hoy.

Desde el imperio maya, los egipcios, la antigua Grecia e infinidad de otras civilizaciones, se intentó, aunque muy escasos de recursos, responder a esta pregunta con la filosofía.
Con la filosofía llegaron las primeras religiones. ¿Acaso era obra divina la creación del universo, del planeta Tierra o mismo de los humanos? ¿Fue obra de Zeus, Dios, Osiris, Quetzalcóatl o Alá todo lo que vemos?

La ciencia que la respuesta sea: NO.

Tras caídas y resurgimientos de la ciencia a lo largo de la historia del planeta, hoy podemos decir que la existencia del universo se debe a un choque de partículas que se movían a gran velocidad por el vacío cósmico y el tan famoso Big Bang creo esta pequeña burbujita que llamamos Universo Habitable. Podemos saber que de ahí nacieron las estrellas, los soles, los planetas rocosos, el polvo galáctico, etcétera. Pudimos establecer la hipótesis más factible de que, luego de un choque de dos planetas gigantes de nuestro, por aquel entonces, joven sistema solar, se formó el Planeta Tierra y la Luna hace poco más 4500 millones de años. Es la ciencia la que otorgó las respuestas y es la ciencia la que más se acerca a responder la primer pregunta de nuestra pregunta base... o capaz no.

A través de miles de millones de años nuestro planeta tuvo la suerte de ser formado en un espacio que lo beneficiaría por el resto de su vida, la zona habitable perfecta es la causante de que se haya formado una atmósfera, y de allí los primeros elementos como el oxígeno o el agua, y de ahí, nosotros.

Con la pregunta de nuestro origen y nuestro destino, en el abismo interminable se formuló otra pregunta sin haber sabido la respuesta de la primera, esperanzados de que la respuesta a esta nueva pregunta nos ayude a responder la primera.

"¿Estamos solos en el universo?".

La respuesta la tenemos, y es, de nuevo, NO.

El universo observable (o sea que puede haber más de lo que ya pudimos ver del universo) tiene un diámetro aproximado de 90 billones de años luz.
Hay al menos 100 billones de galaxias confirmadas por el hombre a lo largo de este universo. Y cada una de estas galaxias consta con la posibilidad de albergar desde 100 a 1000 billones de estrellas en su interior. Estas estrellas pueden ser astros solitarios, estrellas enanas, gigantes solares o supernovas.
Y si, a aquellas estrellas enanas o gigantes solares les damos el privilegio de albergar un sistema solar (lo cual es muy probable), tendríamos un número aproximado a 500 u 800 billones de estrellas con planetas orbitando a su alrededor.

Ahora, si a estos sistemas solares queremos hacerlos parecidos al nuestro, ¿qué necesitarían?

Desde ya que un planeta con vida, otro en una zona aceptable para albergar vida (hablamos de Marte) y otros 7 u 8 planetas más, sin contar satélites o asteroides.
Estamos tratando de establecer la idea de que puede haber vida en otra parte de este universo, entonces con tan solo especular con colocar un solo planeta en la zona habitable (lugar en donde este planeta recibe el frío y el calor necesarios para crear una atmósfera a largo plazo y, varios millones de años después, albergar vida) de la mitad de estos sistemas solares, podríamos estar al borde de responder la pregunta. ¿Cómo?

Tenemos entonces de 250 a 400 billones de sistemas solares en el universo con un planeta en la zona habitable. Pero el factor tiempo influye muchísimo en la creación de la vida en un planeta, se tomarían millones y millones de años para conformar vida en cualquier tipo de atmósfera por más abundante de recursos tenga el sistema solar.

Así que, volvamos a especular, dividamos a la mitad estos sistemas solares con planetas en la zona habitable, tendríamos de 125 a 200 billones de sistemas solares con al menos un planeta en la zona habitable, y con la suerte de tener una atmósfera formada y con vida evolucionada sobre su suelo.

Entonces, tendríamos hasta 200 billones de planetas que albergan vida a lo largo del universo, así que ¿estamos solos? Por supuesto que no, encontramos bacterias y células vegetales fosilizadas en Marte, acá a la vuelta de nuestro planeta y todavía tenemos el atrevimiento de preguntarnos como unos estúpidos si estamos solos en el universo observable.

A no ser que estemos haciendo la pregunta incorrecta a lo que en verdad queremos averiguar: "¿Son estas formas de vida extraterrestres superiores a la nuestra o pueden establecer contacto con nosotros?".

Apa, está jodido el tema. El miedo irracional del humano a que los extraterrestres o una raza alienígena increíblemente superior pueda visitarnos y hacernos daño data desde antes de Hollywood con sus películas y efectos especiales. Pero la realidad es que, en respuesta a esta intranquilidad entran diferentes factores en juego: el tiempo, el tipo de genética y la tecnología.
  • Factor tiempo: Una vida extraterrestre necesita miles de millones de años para conformarse, primero deben ser átomos para pasar a ser moléculas, para pasar a ser organelas y de ahí a células, que son la base de cualquier tipo de organismos. Pero no termina acá, una vida alienígena para ser superior a la nuestra, necesita de más tiempo que nosotros para haber evolucionado mucho más que nosotros y tener el atrevimiento de salir de su planeta natal en búsqueda de otros tipos de vida (al igual que lo que tenemos ganas de hacer nosotros, en otras palabras).
  • Factor genético: La vida puede presentarse de mil maneras en cualquier otro tipo de planeta a lo largo del universo. En algún planeta a millones de años luz puede haber un caballo que viva bajo el agua y se alimente de vegetales, o puede haber perros gigantes con tres ojos y cuatro colas, es imposible de determinar como puede ser conformada la genética de la vida, todo depende de los recursos del planeta y de lo que la evolución decrete. Pero aún así este factor puede violar al factor tiempo en ciertos casos, porque capaz en otra parte del universo hay una forma de vida con la mitad del tiempo que nosotros tuvimos para evolucionar en lo que somos, y ellos pueden ser más evolucionados que nosotros. Si lo exageramos para que quede claro, supongamos que en Marte AHORA MISMO hay bacterias que pudieron absorber nutrientes del suelo y su evolución fue tan rápida que dentro de 10 años ya pueden desarrollar patas y vías respiratorias para soportar la hostilidad de la atmósfera y, en otros 10 años ya son primates, y en otros 15 años se preparan para invadir la Tierra. O sea que según mi hipótesis descabellada, en 35 años estaríamos siendo invadidos por una vida extraterrestre que se desarrolló rapidísimo, muchísimo más rápido que nosotros y con mejores cualidades. En conclusión, uno nunca sabe lo que la evolución o la genética en sí pueda depararle al hipotético ser vivo de otro planeta.
  • Factor tecnología: Después de una consolidación de la vida en un planeta, la tecnología a corto o a largo plazo tiene mucha inferencia. Nosotros, por ejemplo, ya fuimos a la Luna (se dice) con cohetes a propulsión, descubrimos la clonación, los milagros de la medicina, la levitación magnética... imaginemos lo que descubriríamos mañana. Nuestra tecnología hoy día es vital para nosotros, no podríamos vivir sin ella, estamos en relación de dependencia como en Terminator, aunque en una escala bastante menos caótica. Pero yendo en serio, la tecnología establece tipos de civilizaciones.
    Según la escala de las civilizaciones de Kardashov (un astrofísico soviético que pensó esto y se cagó en las patas), hay tres tipos de civilizaciones en el universo.
  1. Civilización tipo 1: Toda civilización que sabe aprovechar al máximo los recursos y la energía de su planeta para su beneficencia. El descubrimiento de nuevos tipos de energía o el uso de las ya conocidas a niveles altísimos (sobretodo la solar).
  2. Civilización tipo 2: Aquella civilización que aprovecha al máximo la energía de su sol y usarla para su beneficencia. También entran en juego los descubrimientos de nuevos tipos o fuentes de energía aún no conocidas.
  3. Civilización tipo 3: Es la civilización que aprovecha todo tipo de energía proveniente de su espacio cercano para su beneficencia (cuásars, agujeros negros, rayos gamma). Es aquella civilización que toma el control total sobre sus sistema solar, coloniza otros planetas y emprende funciones de los dos tipos de civilizaciones anteriores.
Es una cuestión de idealismos determinar si hoy día nosotros podemos descubrir un tipo de civilización de tipo 3, o que esta nos descubra a nosotros. Pero sigamos.

Teníamos un número aproximado de 200 billones de planetas con vida desarrollada, pero con los diferentes factores explicados y, sobretodo, con la influencia y consideración que debemos tenerle a la escala de Kardashov, podemos seguir especulando.

Si a estos 200 billones de planetas con vida desarrollada, los dividimos por 3 (la cantidad de tipos de civilizaciones), tenemos 66,66666666666667 billones de planetas por civilización. O sea, que en todo el universo observable habría poco más de 66 billones de planetas con una civilización de tipo 3, haciendo de las suyas por ahí en el espacio, colonizando planetas (no sabemos sus métodos) o mismo buscándonos.

Entonces, según mi hipótesis, las posibilidades de que estos extraterrestres nos encuentren a nosotros los humanos en un universo de 90 billones de años luz de diámetro, son notablemente menores al 1%. Pero este porcentaje es hipotético, porque no hay maneras de confirmar que hay más de 66 billones de planetas con civilizaciones muy avanzadas o que nos están buscando.

Pero si podemos decir que en el universo observable con más de 800 billones de sistemas solares, hay al menos una civilización con tecnología avanzada, además de la nuestra. De esa lógica pueden estar seguros.

Para informarse un poco más:
https://www.youtube.com/watch?v=sNhhvQGsMEc
https://www.youtube.com/watch?v=1fQkVqno-uI

sábado, 22 de abril de 2017

La mejor de mis anécdotas.

Cuando la conocí yo tenía 16 y era un pibe perdido en la pubertad, con delirios de grandeza e independencia, con una familia que se caía a pedazos y la esperanza de encontrar a alguien que me haga feliz de a poco.

No fue cuestión de coincidencias que llegamos a estar casi cuatro años junto a ella, hasta hace un mes.
Me recuerdo los dos primeros meses preguntándole a dos de sus amigas si ella estaba interesada en mí o si quería que volviéramos a estar juntos como aquel día de Marzo del 2013. Y me recuerdo los dos últimos días pasando de pelearla paras ser feliz a ser miserable.


Es irónico que escriba esta nota o carta en una sección en donde varias de las mismas fueron dedicadas a ella. Era escribir una carta y recibir un comentario desesperado de amor de su parte, diciéndome que abrazaba una almohada para sustituirme o decirme que se moría de amor con cada palabra. Sí, me puedo acordar muy bien.

Y es aún más irónico que escriba esta carta como la última de su clase (o espero que no) y que sea dedicada a esta persona, que tanto hizo.

La mejor de mis anécdotas data de diferentes momentos que pudieron conformar los mejores tres años y pico de mi vida. Tiene nombre y apellido, tiene una nacionalidad un tanto diferente a la nuestra y es la flor más linda de su suelo.

Es por s razón que no supe darme cuenta a tiempo que hasta las flores más lindas del mundo tienen un abejorro que llega para dañarlas. No sé si será por cosa mía o por cosa de ella, pero sucedió.

La mejor de mis anécdotas sabe contar cuando toda Plaza Alsina temblaba cada vez que nuestros pasos coincidían, cuenta del Cine Atlas viniéndose abajo con cada selfie o beso que supo albergar y aguantar sin desmoronarse, cuenta de aromas e infinitos viajes por la provincia haciendo la nuestra y contagiando amor hasta el alma más fétida del conurbano.

Hay algo que pasa con las anécdotas:
Cuando las contamos, captamos la atención de todos en la mesa y hasta se pueden notar algunas risas, pocas veces los oyentes parpadean y transmitimos una visión de lo que pasó a aquellos que no vivieron esta anécdota. Pero cuando una anécdota termina, las risas disminuyen de a poco y damos lugar al postre, o a una mejor anécdota. Y quien la contó, siente satisfacción por haberla contado, pero ya cerró su boca pera escuchar otras.

La mejor de mis anécdotas podría nunca haber terminado, de hecho, todavía la sigo narrando, pero a veces es cosa del destino cuanto dura una anécdota, y no necesariamente las anécdotas deben terminar en Brasil.

Es muy bonito saber que fuiste anécdota de alguien alguna vez, es una sensación inexplicable, porque te sentís único en tu clase, tenes tu momento y nadie te lo saca. Así debe sentirse ella, única en su clase, porque lo es. Pero mi momento pasó, y si bien nadie me la sacó, yo siento una pérdida.

Siento una impotencia de no haber podido contar esta anécdota de una mejor manera, siento la necesidad de tratar de contarla de nuevo, contarla mejor y más alegre. Más cambiado. Siento la euforia de haber tartamudeado tanto cuando la conté, aunque sobre todo, siento nostalgia, porque si bien pude contarla, fue hasta un punto y después me quedé sin palabras, hay un espacio en blanco.

No sé si continuará, pero si se que voy a dejar de tartamudear y escupir al contarla, voy a dejar de desesperarme por encontrar un hueco de silencio para contarla y voy a dejar que (¿por qué no?) la anécdota se cuente sola. Que fluya.

Porque si las cosas no fluyen, dejan de existir. Y no hay peor cosa que una anécdota sobre una flor de suelo brasilero que deja de contarse sola por haber tartamudeado al contarla.

domingo, 16 de abril de 2017

Olvidable.

Durante el 15 de Abril y la madrugada del 16 del mismo mes, no fueron buenos pasares.

Habrá sido por cosa de la mala fortuna que cayó un fin de semana larguísimo e interminable, o tal vez por un malentendido que, al final, fue mío, pero desperdicié la mejor oportunidad que este año me pudo dar.

Este es un escrito diferente, porque no canalizo nada, lo que me pasa es tal cual lo leen, bajo su techo que tanto los reguarda, y unas nubes de tormenta encima de él, que significan otra cosa.

Al final, uno se enamora de momentos y no aprende nunca, no sin ayuda. Pero a veces hay que tener a cierta persona al lado para aprender, una persona con cuyos momentos se vuelven eternos, se convierten en vida.

Tengo la mala genética de siempre arruinar todo, de exagerar, de "cagarla" como dicen comunmente los argentinos (o los naturalizados, más bien). Pero aún así, los sentimientos eran los mismos, son los mismos, porque después de tres años y monedas, las cosas no cambian.

Esta es la reflexión hacia adentro más importante de mi vida, porque va dedicada a alguien que significó algo gigante en ella, hecho del cual estoy orgulloso, porque pocas veces uno se arrepiente cuando ve lo que consiguió, y ve que es bueno.

Por primera vez en mi vida, considero que mi labor está incompleta. Y fue por error mío, porque no pude mantener y hacer feliz junto a mí, a aquella persona que poco le importaban mis errores, la segunda persona de mi vida.

Después de una noche de ebriedad, de la cual me arrepiento, terminé de arruinar todo sin razón alguna. A bancarsela, Franco.

Si vivis feliz al lado de una persona, la mitad de tu vida está hecha, y esa mitad de mi vida se la debo a ella. Ahora es cuestión de rezar y rogar para que esto no se vuelva a repetir, y todo termine bien, aunque sea en una amistad, porque es lo máximo que podría llegar a reclamar.

Disculpa, querida. Hay una cosa más que quiero que sepas, falta poco para el 29 de Abril, día magnífico que solía ser para nosotros, motivo de mucho, día en el que mi corazón se abría como nunca, a pesar de todo. Pero este 29 va a ser diferente, no porque no estamos más juntos o no mantendremos contacto, sino porque te darás cuenta que mi corazón sigue siendo tuyo.

Disculpa, querida. En serio, disculpa. Uso esta carta para dejarte en claro que cambié, que soy feliz, pero que puedo ser más feliz con vos. Te dedico mi último "Te amo", y trataré de soltarte, porque poder decir adiós, es crecer, diría Cerati.

Te amo, querida. Hasta siempre.

sábado, 8 de abril de 2017

Hodray

En los más oscuros y mediocres suburbios de la ciudad de Bangkok, Tailandia, comenzó la más cruel y sanguinaria historia de toda Asia, continente donde este tipo de historias solían abundar en tiempos pasados. Tiempos en los que la percepción de honor, lealtad y nobleza eran irónicamente relacionados con los actos más inhumanos que jamás se hayan podido escuchar.

De padres turcos, Khal Wood es un niño nacido en la brutal pobreza de Tailandia, prejuiciada de ser una nación bellísima obviando las feroces fauces de su miseria social.

Bangkok, además de ser una ciudad de un capital que supo hacer maravillas a sus alrededores, es cuna de una mafia que supo controlar cada extremo de la ciudad.

Los padres de Khal llegaron a Bangkok con el objetivo de mejorar la situación económica que habían arrastrado por varios años en Turquía, dueños de un pequeño negocio dentro de su villa, vendían artículos de limpieza de baja gama para sus vecinos. Un día, un grupo de secuaces del más poderoso mafioso del país, llegaron al negocio de los padres de Khal a pedir impuestos, impuestos que reclamaban y aumentaban diariamente.


Los padres de Khal, día tras día trabajaban sangre y sudor para pagar estos impuestos, hasta que no pudieron pagar más.
Los mafiosos llegaron al día siguiente a reclamar la paga, y los padres de Khal, humildes, intentaron explicarles que no tenían más dinero, que tuvieron que sacar de sus ahorros para pagar la última vez. Los mafiosos destrozaron el negocio hasta darlo vuelta sin encontrar un sólo centavo ni nada por lo qué cobrar la paga. 

Ante esto y en respuesta, la madre de Khal fue amordazada, golpeada y violada delante de él y su padre, a quien asesinarían a sangre fría, e insatisfechos, se llevaron a Khal, para no devolverlo nunca más.

A la edad de 16, Khal, ahora llamado Hodray, era un salvaje crecido en la oscuridad de Bangkok, un ladrón y un asesino obligado a actuar dentro del inmenso mundo de la mafia asiática.

Hodray nunca más vio a su madre, nunca volvió a su pueblo natal, jamás recibió cariño. En la mafia tailandesa aprendió los significados de encierro, soledad y castigo, soportando noches frías y el estómago vacío.
Cansado de esto, sin más que un pantalón usado y la marca de la mafia en su cuello, huyó a Malasia para librarse como sea de aquella crueldad, viviendo de la indigencia y alimentado por la calle, donde conoció a Takh.

Takh, un anciano nacido también en Tailandia y exiliado al país vecino, era un ciudadano de clase media, había sido maestro durante toda su vida, y fue quien le dio refugio y comida a Hodray por un tiempo.

Desconfiado pero inocente, Hodray nunca reveló sus orígenes al viejo, pero sí le contó de su dolorosa experiencia en Bangkok. El viejo Takh, conmovido, le dijo que no permitiría que esto le ocurriera de nuevo, que nunca más estaría indefenso. El arte marcial tailandesa, muay thai, era mundialmente conocida por sus métodos, el estado físico que daba a sus practicantes, y la variabilidad en las técnicas que proporcionaba, y Hodray las aprendería de Takh.

Las intenciones del viejo eran buenas, pero el corazón de Hodray estaba lleno de dolor, oscuridad y sed de venganza, él no quería otra cosa más que obtener sangre de quienes se la habían quitado a la fuerza, por más que lo intentara, sus ojos no veían más que una oportunidad más de abrir una puerta hacia ese camino plagado de dolor, de sangre.

Al cabo de un año de vivir con el anciano, con todo lo que el muay thai podría haberle dado, con sed de venganza y los ahorros del viejo en el bolso, abandonó la casa sin ningún tipo de despedida ni remordimiento y se marchó a Japón, a Satsuma, hogar de grandes levantamientos armados, hogar de samuráis.

En las calles de Satsuma conoció a Hiro, un íntegro japonés con extensos valores culturales, respetuoso, cordial frente a la actitud de Hodray y muy sabio, tanto que con tan solo mencionarle un nombre y procedencia podía conocer todo acerca de cualquier persona, una virtud que lo hacía temible. Hiro era tan respetado en su aldea que cosa que pedía, cosa que tenía, pero no eran sus valores, su cordialidad o sabiduría lo que imponía respeto y cariño. Hiro era descendiente de un importantísimo clan samurái que defendió tierras japonesas desde tiempos increíblemente remotos, un clan que se creía descontinuado y que, por conveniencia y cultura, se mantuvo en secreto por cientos de años, ya que los Minamoto eran asesinos de profesión.

Hodray supo ganarse la confianza de Hiro de tal manera que reveló su origen, su apellido y su ascendencia, sin antes amenazarlo de muerte. Dado su sabiduría, Hiro supo desde el primer momentos las intenciones de Hodray para con él y qué querría obtener de eso, pero a Hiro no le importó, los objetivos de cada uno no eran de su incumbencia, siempre y cuando no peligren la integridad de Japón, de su familia o de él mismo, en ese orden.

Hiro, como buen samurái del clan Minamoto, respetó la integridad de Hodray y le enseñó todo lo que un samurái debe saber. Reclutó a los mejores, y solo los mejores, en las artes de koppojutsu, jiu-jitsu, kenpo, kyujutsu, kenjutsu, iado, naginata y sojutsu. Hodray estaba entrenado para su defensa con el Muay Thai, pero ahora conocía sobre la defensa del prójimo. El samurái originalmente era protector del emperador, de la autoridad, y como a aquellos pocos miembros entrenados por uno de los últimos Minamoto, el Primer Ministro de Japón requirió de la protección de Hodray.

Fue tanta su suerte, que el propio clan Yamaguchi-gumi, miembros de la mafia Yakuza, organizaron un asalto kamikaze al Primer Ministro una vez llegado a su casa en la ciudad de Tokyo. Hodray había sido criado en la mafia tailandesa y presentía que esa noche no sería una noche tranquila. El Primer Ministro no sabía nada, ni del ataque de los Yakuza ni de la presencia de Hodray, no hasta que ambos se le presentaron. Al filo de la katana, esa noche Hodray asesino, mutiló y despedazó a 36 mafiosos, a cambio de un único error: un balazo en el hombro derecho, una deshonra.

Bañado en sangre, regresó a Satsuma avergonzado por aquel error imperdonable para un samurái, pero había tenido éxito. Hiro se sintió insultado, no le importaron las circunstancias de la masacre que realizó Hodray y mucho menos le importó que él esté arrepentido, y ante la mirada de toda la aldea, lo desterró de Satsuma, sin antes entregarle una katana forjada desde cero e impresa con el sasarindo y su nombre original en japonés (カーン).

Con su paga millonaria por su servicio en Tokyo, su katana y su sed de venganza insaciable, se exilió a China, donde le esperaba un contacto que el propio Hiro le recomendó en privado, como muestra de confianza, antes de marcharse de Japón.

En las afueras de Henan, Fai-Shen, un joven monje shaolin, lo recibió con mirada desafiante y malintencionada, cosa que para nada le gustó a Hodray. El monje, de una manera inusualmente respetuosa, lo insultó a él y a su maestro Haru, desatando la ira de Hodray y atancándolo con lo mejor que tenía y asesinarlo, pero Fai-Shen de un solo golpe en el cuello lo dejó inconsciente.

Al despertar en un templo alejado de la ciudad y sobre unas montañas, Hodray estaba dolorido y, lo que más le causó molestia, su cabeza estaba rapada. Al llegar Fai-Shen a recibirlo con un plato de comida, Hodray lo atacó por la espalda inutilmente, terminando con un brazo a punto de amputación y a manos del monje.

Atemorizado y al ver que no tendría oportunidad ante Fai-Shen, amablemente pidió disculpas por su violencia y se dispuso a hablar con el monje. Él le dijo que sus dichos fueron a propósito, para poner a prueba la cordialidad que le había enseñado Haru, la cual, claramente, no había terminado de desarrollar. Fai-Shen se declaró amigo íntimo de Haru hace varios años y dijo haber estado en contacto con él para recibir a un joven de 20 años que quería saciar su sed de venganza.

Hodray asintió, dio sus motivos y se dispuso al entrenamiento más difícil de su vida, no solo aprendería Kung-fu en su máximo esplendor, sino que entrenaría su interior... o eso dijo el monje.

A la edad de 21 años, Hodray había visto a su padre asesinado, a su madre violada, fue secuestrado por la mafia tailandesa, asesinó gente por órdenes, aprendió muay thai de un anciano, escapó a Japón, se convirtió en Samurái, asesinó a decenas de personas y ahora, estaba en un templo Shaolin para finalizar su entrenamiento, o eso creía.

Hodray no solo aprendió de paz interior, meditación y todas esas cosas de monjes que a él nunca le gustaron, aprendió a asesinar con las manos, con los dedos, con todo su cuerpo, de un solo golpe. Aprendió a moverse por el aire, por el agua, a aprovechar su entorno para todo tipo de situaciones y a relacionarse con él. Al cabo de 5 años y a la edad de 26, estaba entrenado para su único objetivo: volver a Tailandia.

Con mucho dinero, el pelo crecido, una katana envainada a su izquierda, un traje de Armani ajustado al cuerpo y los conocimientos en Muay Thai, múltiples artes marciales japonesas y el más mortal Kung-fu sobre la Tierra, Hodray volvió a Tailandia, a Bangkok.

En Bangkok se hizo pasar por un turista millonario, comió lo que nunca comió de niño y estuvo en los lugares turísticos más deseados de toda la ciudad, para luego meterse en el más oscuro callejón del suburbio tailandés, y solamente esperar.

Al cabo de cinco minutos, un grupo de 10 asaltantes, notablemente mafiosos se le presentaron a Hodray y trataron de robarle hasta sus pantalones. Como era de esperar, Hodray los despedazó, golpe a golpe asesinó a 9 de los 10 mafiosos, y a este último, lo dejó vivir con un brazo menos y con un mensaje:

  • "Avísale a todo Bangkok... que Khal está de vuelta".
Un día después, a plena noche, en la playa más alejada del turismo, Hodray recibió a una multitud de sucios mafiosos armados hasta los dientes y apuntando a su cabeza. Hodray se acercó a la muchedumbre lentamente y, de la manera más deliciosa y voraz que jamás se haya visto, tomó la vida de todos esos mafiosos sin recibir más que baños de sangre de cada vida que arrancaba.
Uno por uno fue cayendo a los pies de Hodray y ahora, su único objetivo era el máximo, William Poms, el hijo de puta que manejaba la mafia tailandesa. William Poms era estadounidense y es el capo de la mafia tailandesa luego de asesinar al anterior capo en una reunión privada. Poms no residía en Bangkok, de hecho Malibú le tenía los mejores palacios reservados, pero una vez al año regresaba a Tailandia para retirar lo que facturaba en redes de prostitución, impuestos y lavado de dinero.

Ese único día, Poms estaba reunido con otros capos del resto del país dividiendo los montos en el Pathumwan Princess Hotel, bastante lujoso para hijos de puta como él.

Sin importarle un carajo las vidas inocentes del hotel, Hodray ingresó por la puerta principal del hotel asesinando al filo de su katana a todo aquel que intentase detenerlo, mafioso o no. En un abrir y cerrar de ojos el hotel se tiñó de un rojo oscuro y de huellas marcadas sobre la misma sangre que él había derramado.
Al llegar al último piso, ahí estaban los capos con sus esposas fumando y contando plata. Asesinó a todos hasta llegar a Poms y su esposa, y es aquí donde empieza su diversión.

Hodray dejó atónito e hizo que se meara en los pantalones a Poms llegando y asesinando a todos en la habitación. Poms no entendía por qué lo había hecho y menos sabía quien era él.
Hodray atravesó su katana en el hombro izquierdo de Poms y empezó a platicarle amablemente sobre su origen y los motivos de por qué estaba a punto de asesinarlo a él y a su esposa.
Le contó sobre aquel día en el que a sus 7 años, vio a su padre ser asesinado a sangre fría y a su madre ser violada por todos los mafiosos en el negocio de sus padres.
Hodray susurró a su oído:

-Vi morir a mi padre por causa tuya, ahora vas a ver morir a tu esposa por causa mía.

Con una suave caricia de su katana grabada con el nombre Khan en japonés, rebanó el cuello de la esposa de Poms empapando en sangre toda su cara con una sonrisa de punta a punta.

Cuando llegó el momento de asesinar a Poms, este tenía un último mensaje para él:

-Supe hacer de tu vida una desgracia, y sabré hacerlo ahora. Acabas de asesinar a tu madre, maldito.

William Poms había mandado a llamar a aquella mujer violada por sus secuaces aquel día, y al pasar de los años, de alguna manera no intencionada de parte de su madre, se casó con ella sin saber que algún día su hijo volvería a tomar cartas en el asunto, menos sabiendo que acabaría así.

Hodray había dado por muerta a su madre una vez que había huído de Tailandia. Nunca más la había vuelto a ver, salvo hoy.
Su corazón estaba saciado, había hecho correr sangre cuanto quiso y cuantas veces quiso, por primera vez pensó estar tranquilo, pero no.

Su impulso de asesinar era tan fuerte que su madre tuvo que cobrarlo inocentemente, y eso no se lo perdonaría nunca. La mafia también lo había llevado a esto y fue por la mafia que terminó en prácticas como esta, pero de lo que él se dio cuenta, fue que amaba hacerlo, amaba asesinar gente por placer o por trabajo, amaba tomar venganza, y nunca dejaría de hacerlo.

El asesino perfecto, insaciable y voraz, ahora tenía un nuevo objetivo: Estados Unidos.

sábado, 1 de abril de 2017

La tarea.

Verán, desde el origen de las primeras criaturas en este planeta, con ellas vinieron mejores cosas que la vida misma o la belleza de la naturaleza de crearla.

Los sentimientos estuvieron de nacimiento, el odio, la angustia, la felicidad, la tristeza, el sufrimiento, el amor, la paciencia. Infinitas tales como las extensiones de las ramas de la Madre Tierra.

Pero junto con ellas, llegaron aquello que las hizo únicas en su estilo, únicas en su experiencia, únicas en sus vivencias próximas. Llegaron las esencias.

Y fueron las esencias las que le dieron una razón y una tarea a cada sentimiento, la razón de estar presentes en cada ser vivo y la tarea de dar testimonio de lo que experimentaban en territorio mortal.

Los sentimientos, en su origen, eran dioses, regían la Tierra antes que cualquier otra cosa, sembraron el planeta con la semilla de la naturaleza para que esta sea su compañera hasta el fin de los tiempos. Los sentimientos eran omnipotentes, omnipresentes e inmortales, más poderosos que los mismos Dioses de religiones del porvenir, con más presencia que el oxígeno mismo y con más vida que el universo existente.

Ellos eran todo, no tenían dependencia, ni obligaciones, ni preocupaciones, sólo estaban destinados a ser. Eso sí, los sentimientos podrían ser muy poderosos, pero sucumbían ante la presencia de las esencias, aquellas que les dieron tareas por primera vez en su vida, después de millones de años de existencia.

Los susodichos podrían haber puesto muchos peros o mismo negarse a cumplir con estas tareas, pero su respeto hacia las esencias era mucho mayor que la ansiedad de costumbre que tuvieron desde el cosmos. Y fue así como tuvieron que arreglárselas para presentar un testimonio, una vivencia de lo que podían experimentar con los mortales.

Susto: En su labor, Susto vivía tranquilo, se relajaba la mayor parte del tiempo en el ser vivo, teniendo el privilegio de ser aquel que solamente se activaba luego de una interrupción repentina. El susto dijo estar cómodo, vanidoso de sus labores, con una vil locura de hacer pasar por un momento no tan grato al ser vivo. El susto, entonces, estaba cómodo.

Culpa: Cuando el ser vivo actuó mal, y lo sabe, la culpa da el presente con su libretita y su lápiz de trazo grueso a dejarle muy en claro a la criatura que se equivocó, la hace sentir imperfecta, la hace (inconscientemente para la criatura) diferente a las cualidades de los mismos sentimientos, los perfectos. Culpa dio a saber que su labor era desagradable, que creía haber llegado al mundo para algo más que para hacer bajar los párpados en culposidad al ser vivo luego de una equivocación, la culpa estaba inconforme, pero orgullosa de ser un sentimiento, justificando su desagrado. La culpa, era republicana.

Desagrado: El encargado de darle al ser vivo una idea de lo que más adelante se transforma en capricho, el encargado de decirle que NO al brócoli. Desagrado era fanfarrón, insulso y cascarrabias. Sabía que era jodido, y eso le molestaba, pero no quería cambiar. Su psicosis era más fuerte que él, y fue por eso que, de mala gana, el desagrado dijo estar indiferente de su tarea, le daba lo mismo. El desagrado, era argentino.

Flojera: La flojera no dio testimonio y fue castigada severamente.

Admiración: Melliza de Euforia. Admiración era radiante, se paseaba por los rincones del ser vivo saltando y cantando, sorprendiéndose con facilidad y agradándose hasta por una esquina vacía. Admiración era sagaz, sabía elegir muy bien al momento de admirar algo, ella no se iba con rodeos, si algo no le gustaba, se lo pasaba a Desagrado, escuchando sus quejas. Dicen los rumores que Admiración nació en París.

Euforia: Mayor que Admiración. Ella era jodida, pero no era mala. Euforia se encargaba de todo aquello que hacía al ser vivo exaltarse ante cosas muy significantes para él. Era la responsable de la rápida sacudida del rabo de un perro, era la sonrisa inocente de un bebé, era un grito de gol. Euforia, era y se sentía magnífica.

Venganza: Malvado y rencoroso. Él no se podía contener, no era su culpa ser como era, no sabía por qué actuaba mal, de hecho, si se daba cuenta que actuaba mal, simplemente actuaba peor intentando remediarlo, volviéndose más peligroso con el pasar de los segundos. Venganza fue el que le quitó la libreta a Culpa y dio origen a la frase "ojo por ojo, diente por diente", dando a luz a Envidia. Él dijo estar "expectante".
Venganza, era incivilizado.

Envidia: La cheta, la que se paseaba de acá para allá con su nuevo corte y zapatos caros, la que se limaba las uñas y te miraba por arriba de sus anteojos cuando la llamabas. Envidia era muy complicada, si algo le gustaba, automáticamente estaba empedernida en conseguirlo, y por no tenerlo, se portaba mal con sus compañeras de curso, insultándolas e iniciando guerras de comida. Envidia nació en Estados Unidos y dijo sentirse "vacía", a pesar de ser popular.

Optimismo: Uno de los más queridos. Optimismo era humilde y daba apoyo al ser vivo. No importaba si le había tocado residir en un ser vivo fracasado o exitoso, él siempre estaba para animarlo a más y más. Calmaba, imponía orden y forzaba gratamente a progresar. Optimismo dijo estar listo para lo que sea, siempre y cuando no lo tiren abajo. Nació en el norte de Brasil.

Indignación: Abogado. Era el mediador entre el bien y el mal de cada uno. No soportaba las injusticias y se bajoneaba cada vez que lo dejaban pagando. Era el responsable que apretaba el botón haciendo que el ser vivo se sienta incómodo e inconforme, y pocas veces los hacía reaccionar. Indignación dijo no estar hecho para semejantes injusticias en este mundo, y que quería volver a su dimensión. Indignación hundía sus labios, miraba para abajo y decía que no con la cabeza.

Tristeza: Se vestía de un azul pálido, sin corpiño ni maquillaje por miedo a que se le corra por las lágrimas. Tristeza era incomparable y única, a veces ayudaba a su manera a descargar a la criatura de sus malos pasares y hacerlos pensar en otra cosa, porque Tristeza se preocupaba por el bienestar de los seres vivos, ya que ella nunca estaba bien del todo. Tristeza, muy valiente, dijo querer seguir ayudando. Tristeza se secaba las lágrimas con un pañuelo áspero fabricado en Medio Oriente.

Felicidad: El príncipe, hermano mayor de Optimismo y conquistador de la mayor parte de la vida de una criatura. Felicidad era ario, de ojos azules, con facciones perfectas, canchero, nacido en el interior y de familia laburante. Felicidad no era muy prolijo, de hecho era medio hippie, pero eso no le impedía ser artista de aquello que más se podía apreciar en un ser vivo: la sonrisa y las muestras de cariño. Felicidad estaba chocho, pocas veces estaba inconforme y no se cansaba de escuchar rock, mucho menos de escuchar a Euforia gritar los goles de Messi. Felicidad era polifuncional, muy querido.

Odio: El pelotudo. El que no sabe hacer otra cosa que enojarse y hacer berrinches o quilombos por todo, sin razón alguna. Odio era el "Tano" Pasman del ser vivo, pero a gran escala. Era que empujaba a Felicidad de su hamaca paraguaya para romperla toda y decirle que se deje de joder, cuando Felicidad estaba durmiendo lo más pancho. Odio era irracional, pero sentía pena en el fondo por ser semejante imbécil. Odio, entonces, estaba enojado por dar testimonio (sobretodo, enojado).

Así, los sentimientos fueron dejando su testimonio anotado en una hoja de papel, arriba del escritorio. Las esencias se sentaron a leer, pero notaron que faltaba uno, el de Amor.

Amor: Cuando el ser vivo no sabe qué carajo le pasa, cuando se equivoca a propósito, cuando actúa como un tonto y toma decisiones fuera de sí, cuando no termina de entender por qué hizo lo que hizo, o por qué erró, cuando el corazón le late tan fuerte que puede ser instructor de beatbox, o mismo cuando no dejas de sonreír como un idiota frente a otro ser vivo que te lo genera, eso era Amor. Amor no tenía forma física, pero era brillante.
No se dejaba ver por nadie, ni por los propios sentimientos, pero estos sabían muy bien cuando Amor entraba en el salón.
Amor no tiene género, o hasta podría serlos todos. Amor es pasional e incondicional, es el más importante de los sentimientos, porque hasta los propios sentimientos lo dicen (algunos escapándose de su labor original).
Amor se acercó a dejar su papel, pero el papel estaba en blanco, limpio, parecía recién fabricado y cuando las esencias lo tocaban, lo sentían liso y, al hacerlo, se sentían bien.


Las esencias no sabían que hacer, pero tampoco pudieron hacer mucho, porque Amor se fue automáticamente del salón después de dejar el papel. Entonces las esencias tomaron una decisión.

Leyeron todos los testimonios detenidamente y se dieron cuenta que su esfuerzo por hacer que los sentimientos digan como se sienten, daba fruto. Porque no sólo supieron de los sentimientos, sino que los sentimientos se convencieron de que sus labores originales eran hechas a su medida, y estaban cómodos allí. Pero de estos sentimientos, había uno que no encajaba: Amor.

Las esencias, muy firmes en su decisión, le exigieron a Amor que se presentase con urgencia en su oficina, y le dieron la tarea más importante de todas: supervisar.
Amor era poderoso e inconsciente, pero no todo lo que hacía lo hacía por despistado, Amor pensaba muy bien antes de actuar (solo que algunas veces cambiaba de parecer a último momento). Amor supervisaría a los demás sentimientos para hacerlos más eficaces y hacer que la criatura sea algo muy similar a lo que eran los sentimientos, algo divino y apreciable.

Fue entonces cuando el mundo cambió.