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martes, 5 de septiembre de 2017

El gordo Cutó.

Yo te lo digo, viejo. Ese gordo tenía algo.

Dejame que te cuente como fue la historia que te vas a volver loco. Resulta que mi abuelo y yo eramos fanáticos del fútbol, ¿viste? Era el año 2012 y el viejo estaba triste porque Racing, que tenía buen equipo, aquel con el colombiano Moreno, había quedado afuera de la Sudamericana contra Colón. Cinco pepas en dos partidos se comieron los de Avellaneda.

Imaginate lo que es no ver a tu club grande campeón de algo desde hace once años. Es triste. Al Julio, sabio el viejo, le gustaba el fútbol del interior también, era hincha de un club con nombre medio raro: Club Compañía General Buenos Aires de Patricios.

Él se había criado en la localidad del Patricios, pleno campito del interior donde laburabas a los 12 años para mantener una familia, ¿viste? La cosa venía seria.

¿Sabés las veces que lo escuché hablar de Compañía? Era magnífico, el viejo a los 68 pirulos se acordaba de los cánticos de las tribunas humildes, de formaciones y tácticas del entrenador, ¿lo podés creer?

-La delantera la dirige el gran Formaggio-, me cantaba.

Ese Formaggio había terminado con un promedio de tres goles por partido en el año '53 y Compañía había salido campeón de la Liga dos años seguidos. Poquitas veces había salido campeón, equipito humilde, ¿no?

En aquel año el abuelo me había llevado unas cuatro o cinco veces a alentar a su clubcito, y yo me volvía loco, porque no entendía nada y quería entender todo. Me crié viendo fútbol de contrato millonario de primera, y del fútbol de raíz yo cachaba muy poquito.

Compañía ese año estaba jodido, estaba 5to en la tabla y tenía que jugar el difícil clásico del pueblo (contra Atlético Patricios) y dos días después contra Naón, el mejorcito. El clásico lo ganamos 2-0 de visitante y con dos goles de un pibito de 17 años... ¡17 años te digo! Ese día mi abuelo se fue a dormir con una sonrisa fantástica y lo vi tomar cerveza artesanal de segunda mano por primera vez. Me compró la camiseta del club y me la hizo firmar por el primer plantel y el juvenil. Fueron 37 locos que me firmaron la camiseta.

Fue una fiesta por dos días pero después llegó Naón, de local. Naón se perfilaba para el ascenso a la primera Liga regional, porque el año pasado había quedado tercero por tres puntitos de mierda y estaban arengados hasta las pelotas para el año siguiente, estaban con las orejas que sacaban humo de la calentura y te juro que daban miedo.

Pero, ¿cómo te digo? Compañía tenía suerte últimamente, le habíamos ganado a Dudignac 2-1 con dos flacos menos y en cancha de ellos, tenía algo de fortuna hace rato largo.

Aquel partido contra Naón se jugó abajo de un sol que prendía fuego el pasto. Vos alguna vez habrás visto que en los partidos de local, el local entra último, para el aplauso y la algarabía, entonces Naón había entrado primero.

Imaginate el cagaso que tenían los locales que cuando vieron la formación de Naón se quedaron tan mudos que hasta creo que lloraban cuando entró Compañía. No te jodo cuando te digo que los de Naón daban miedo, querido.

Para colmo no estaba el gordo ese, se ve que el tipo había tenido un problema en la casa que lo retrasó media hora en auto. Te hablo de Adrián Cutó, el 2 de Naón, un oso gigante que cuando caminaba hacía temblar la tierra. El gordo había llamado al técnico y le había dicho que no llegaba, que lo ponga a Mozún, que era el 6 y que juegue con línea de 3 abajo, que él llegaría en media hora.

¿Vos lo podés creer? Yo me cagaba de la risa cuando me lo contaron. A cinco minutos de empezar el partido, che. ¡Una locura!

Empezó el partido y Compañía se puso 2-0 a los 40' del primer tiempo. Le estábamos rompiendo el que te dije. Encima el segundo gol lo había metido el pibito aquel de 17 que te conté, tres goles en dos partidos para el gil ese. La gente estaba como loca porque pensaba que se podía. La bronca de los de Naón nos importaba un carajo porque estábamos dos goles arriba contra el mejor de la tabla, habían empezado los cánticos, había un tipo que sacudía el alambre a más no poder, habían puesto a calentar los choripanes para la noche porque faltaban los 45' del segundo tiempo y listo, se terminaba. Además estábamos jugando bien.

Y llegó Cutó en el entretiempo, nomás. Cuando el gordo entró por el portón de la cancha, los jugadores de Compañía se miraron entre ellos y te juro por la mama que escuché un:

-Uh, la puta madre, somos boleta...-.

Cuando empezó el segundo tiempo, imaginate, el técnico de Naón la estaba pasando muy mal y mandó al "Cachorro" Gómez a la cancha, la figurita del equipo que no había llegado bien al partido porque el día anterior se había lastimado la gamba derecha andando en bici.

Te digo que ese flaco nos hizo un gol a tres minutos de entrar. Iban 49' y estábamos 2-1.
El técnico de los del rojo se agrandó y mandó el segundo cambio. Cutó por Mozún.

Te explico, el gordo Cutó era un gordo con una panza que daba asco, se lo habían comprado a Los Toldos por unas monedas y resultó ser un animal en cancha. Si vos jugabas con el panzón atrás y con Villa de 5 atrasado, sabías que no te pasaba ni el Diego Armando. Para colmo le pegaba como los dioses a la bocha. Pelota que era de tiro libre, pelota que mandaba a guardar cerquita del ángulo.

Ey, no te jodo. Era así. Un gordo pelado que era una locomotora y que le pegaba como los dioses. No me vengas con Passarella o Brown o el flaco Schiavi, ese gordo fue de lo mejor que vi en mi puta vida.

Cuestión que entró Cutó y fue cosa de cinco minutos para que mande un pelotazo al área y que la agarre otra vez el "Cachorro" para poner el partido 2-2. Ya te digo, viejo, nos la veíamos venir. Después de ese gol se nos escapó todo. Mi abuelo estaba mudito como pocas veces, en el segundo tiempo lo escuché decir una sola frase:

-Mira que gordo de mierda, la puta madre-, estaba re caliente.

Después de empatarnos, se les subió la adrenalina a los visitantes. Fueron para adelante y el wacho de Yafaldano, el 8, nos dio vuelta el partido. 3-2 abajo.
Así de rapidito como nos lo dieron vuelta, vino el cuarto gol. Este lo hizo Pueyo, el 3.

Nos llevaban dos de ventaja y ya nos estaban haciendo el tuje. Faltaban diez minutos para que termine el partido y nosotros ya nos habíamos resignado, viste. Ni en pedo íbamos a hacer tres goles para ganar el partido, ¡menos en diez minutos nada más!

¿Y no te digo yo que vinieron dos tiros libres para Naón? Uno atrás del otro. Estábamos 4-2 de local y a los 80 empezamos a pegar. Queríamos meter falta por donde sea para tener la bochita. Y bueno, nos arriesgamos a las pelotas paradas.

Adivina quien le pegó a los tiros libres... el gordo Cutó.

Dos goles en diez minutos nos hizo el gordo de mierda. Que magnífico, loco.

Perdimos el partido 6-2 de local y mirá que bien que habrá jugado Naón que los locales los aplaudieron. A puro huevo nos ganaron habiendo estado en desventaja y sin el potente Cutó.

Aquel año ascendieron a primera y, aunque nunca salieron campeones, le pusieron mucho huevo y pezuña.

Mira que gordo de mierda, che.