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domingo, 5 de noviembre de 2017

El mutante.

Hola, mi nombre es Franco, tengo 21 años y soy un daltónico de mierda.

La historia del mutante más famoso de Domínico empieza en el 2002, en una clase de naturales en la que teníamos que pintar unos animales en su color natural.
Es decir, sí nos pedían pintar un gato negro, usábamos el color negro, se pintaba y listo.

Pero el punto crítico estuvo cuando se me cantó pintar el gato en su color natural, y en vez de agarrar el color marrón claro, agarré el verde pensando que era marrón claro y lo pinté todo todito.

También había pintado una gallina de color azul.

Cuando mi maestra Andrea lo vio, me dijo: -Franco, tenías que pintarlo del color correcto-.

Para colmo, a mis 6 años yo no tenía idea de que era daltónico y mi intención fue noble en pintar el gato del color que yo creía que era. A la edad de 21 ahora podría responderle de una manera muy madura, formulando oraciones similares a:

  • -Disculpe, es que soy daltónico y confundo ciertos colores-.
  • -La realidad es que pensé pintarlos del color correcto pero me confundí-.
  • -Soy un daltónico de mierda-.
A raíz de esto, la maestra Andrea sostuvo una comunicación vía cuadernito rojo con mi madre, en la cual le compartía lo sucedido con el gato y la gallina. Programaron una entrevista por esto y todo concluyó en que me llevarían a hacerme análisis de la vista.

Cuestión que me diagnosticaron daltonismo en discromatopsia parcial y de grado total.

Jajá, calate esa bombón.

Ahora, ¿qué es esto? Es una alteración genética ubicada en la célula bastoncillo, que genera que haya deficiencias en la fotorrecepción de la luminosidad afectando a la gama de colores rojo, verde, azul y rosa.

Es decir, no veo un puto color de la manera que es.

Durante años me acostumbré a que el semáforo no es rojo, amarillo y verde, sino naranja, verde claro y gris. Me acostumbré a tener los lápices y lapiceras con una etiqueta que determinaba el color que era. Me acostumbré a decirle amarillo a mi verde claro, azul a mi violeta, rojo a mi naranja y gris a mi verde.

Pero sobre todo, me acostumbré a las cargadas.

Desde este episodio, mis compañeros de varios colegios se acostumbraron a la situación, no hicieron alarde ni comentarios densos... hasta que llegó el secundario y tuve que explicar mi condición genética una y otra vez, respondiendo a infinitas preguntas como "¿y esto de qué color lo ves?".

Y desde ahí empezaron: "jaja, porque es daltónico no entiende el tema", "entendelo, es daltónico", "vos a mi no me podés decir nada porque sos daltónico", "que daltónico de mierda jaja". Y si bien nunca me jodió, porque siempre me lo tomé a la cómica, nunca tuve la seria oportunidad de explicarles que lo mío no era daltonismo, sino discromatopsia.

Pero de todas maneras hubiese sido en vano, porque no servía de nada que me digan "discromatópsico de mierda", porque suena raro y, sobretodo, no suena a cargada. Así que decirme daltónico era más fácil para ellos. Y también lo era para mí, para identificarme generalmente y después entrar en detalle.

Al pasar los años y llegar a mi adultez, ya tengo una forma predeterminada de explicar qué es lo que tengo en la vista, como si fuese un protector de pantalla de las computadoras de los años 2000, que se repetían una y otra vez y no paraban a no ser que muevas el mouse.

Y es genial.

Porque hay muchas ventajas de ser daltónico (o discromatópsico).
  • Por ejemplo, muchas personas en el mundo filosofean sobre cómo hacer que el mundo sea visto de una forma diferente. Quieren cambiarlo. Innovar. Cambiar mentalidades. Yo eso puedo hacerlo desde que nací. Porque no solo veo los colores diferentes, sino que tengo otra percepción de lo que me rodea. Una percepción que ustedes, gente no mutante, no tienen ni tendrán jamás.
  • Esta percepción es genética. Lo cual quiere decir que tengo altas probabilidades de enseñarle a mis hijos la misma percepción que yo tengo, y que ellas, capaz, la compartan conmigo. Y ahorrarle a mis hijos tener que explicarles el mundo a mi manera diferente.
  • Tengo la increíble habilidad de hacer explotar bombas. Nunca me pongan a desarmar una bomba, porque cortar el cable rojo puede significar la destrucción del planeta. Y capaz me agarran en un mal día, y ponele que el rojo lo distingo bien, pero corto a propósito el amarillo y exploto todo al carajo. Ojito, no se metan conmigo.
  • Podría ser reclutado para los X-Men. Mi mutación genética es única en el mundo, sólo lo tiene el cromosoma X en el ser humano. ¿Qué haces si algún día me ves con los mutantes de Marvel, un traje y un pelado en silla de ruedas al lado mío? Cíclope un poroto, papá.
  • Puedo ser absuelto de cualquier culpa en una infracción de tránsito. Los carteles, señales y signos que deben captarse básicamente al manejar, si bien los tengo, puedo justificar mi infracción con mi tan oportuno daltonismo. Y esto es ley. Así que insisto, no se metan conmigo o paso un semáforo en rojo y después no la cuentan.
Pero la ventaja fundamental de ser así, es haber aprendido durante toda mi vida a ser resiliente, sobreponerme a la adversidad que resultó ser increíblemente masiva en mi entorno, saber hacer oídos sordos y comprender que, capaz, lo que veo del mundo no es como el mundo lo ve. Y eso es una virtud exquisita.

Porque no solo se trata de colores, o luces, o mutaciones genéticas, se trata del universo. Veo las responsabilidades, los sentimientos, las oportunidades y las elecciones que se hacen en el mundo de una manera respetable, porque así lo son, pero pocos lo saben ver.

Supe entender a las personas desde mi mejor visión. Sí, la mejor. Y por eso me declaro en esto y en mi esencia, diferente. Un ser humano, una persona, un tipo diferente. Con otros ojos al mundo. Ojos únicos.

Yo no distingo las cosas según como se las califica o como se las nombra. Las distingo por sus cualidades únicas que, puedo asegurar y demostrar, es excepcional e inigualable.

Que virtud tendrán aquellos que tengan mis ojos, ¿no?