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lunes, 24 de julio de 2017

A la cancha con papá.

El domingo 27 de Febrero del 2005, después del domingo de pasta en familia que teníamos en ese entonces, mi papá me sacó de la computadora bajo la orden de:

-Franco, cambiate que salimos.


Yo estaba jugando lo más pancho al Age of Empires, no sabía bien que hacer así que construía murallas alrededor de mis guerreros, y como lo disfrutaba mucho puse cara de amargado y no quise saber nada con salir con mi viejo.


Me subí al auto, y como en ese momento no había teléfonos celulares en cantidades, ni super estéreos en los autos o MP3 miniaturizados, lo único que pude hacer durante una hora muy tranquila de viaje fue mirar por la ventana imaginándome como sería mi vida si viviese en el universo de Dragon Ball Z, como el nene que era.


Ese día mi papá me llevó en secreto a la cancha de Boca, cuando todavía aceptaban a los no socios en las tribunas y el fútbol no se había tornado del todo violento. Y esto fue un hecho controversial en los hombres de mi familia.


Porque, sin que les importara si me gustaba el fútbol o no, mi papá quería a toda costa que sea hincha del glorioso Xeneize, campeón de todo y rey de copas hasta ese momento. Y por otro lado, mi abuelo que era otro gustoso del buen fútbol, a pocas horas de mi nacimiento mandó a hacer un banderín impecable que decía "Franco, el hincha número uno del Club Atlético Racing Club".


Entonces, yo de chiquito me pensé con dos opciones: O Boca y el gusto de mi papá; o Racing y el gusto de mi abuelo.


Para colmo, y esta es la primera vez que lo digo en mi vida, a mi me gustaba Mariano Pavone, que jugaba en Estudiantes, club de mi otro abuelo, el paterno, de quien tengo la vaga impresión que, si hubiese aprovechado la oportunidad, yo hoy sería hincha de Estudiantes de La Plata.

Ese día Boca le ganó a Olimpo 3-1 con dos goles de Palermo (mi segundo jugador favorito) y me volví a mi casa como hincha de Boca hecho y derecho, pero sintiendo un poco de culpa, porque el sueño de mi abuelo de que su nieto fuese hincha de la Academia se había esfumado.


Después de cinco años de haberme decidido por Boca, y de charlas futbolísticas poco duraderas con mi abuelo pero interminables con mi viejo, las controversias empezaron de nuevo. Para mi cumpleaños mi papá me llevó a la cancha de River a ver a mi ídolo Messi y su Selección Argentina golear 4-1 a España, el campeón del mundo. Aquel día para mi fue importante porque ví a Messi marcarle un gol exquisito al mejor equipo del planeta y porque pisaba la cancha del eterno rival de Boca.


Mi abuelo se enteró de esto y se hartó. Quiso hacer algo al respecto y durante tres años me llevó a las canchas del fútbol regional del interior de la provincia de Buenos Aires. Me llevó a enseñarme la pasión por el fútbol, porque en esos lugares estaba el buen juego, con clubes de nombres muy raros: Club Atlético Once Tigres, Atlético Dudignac, Club Atlético Naón, y la escuadra cual mi abuelo se declaraba hincha: Club Compañía General Buenos Aires de Patricios... já.


Esos años fueron eternos, yendo a esas canchas con pasto de verdad y terreno elevado que albergaban a jugadores de otras profesiones: camioneros, profesores, albañiles, había un gordo que atendía una dietética, pibes que no habían terminado el secundario, atajaba un viejo de 58 que ya estaba jubilado, etcétera. No había tantas canchas profesionales ni jugadores con salarios ostentosos, mucho menos patrocinadores que vestían ropa cara y conseguían publicidades con marcas reconocidas.


Allá el fútbol era otra cosa, algo que yo hasta ese momento no comprendía. Para ese entonces, el fútbol para mí era ganar títulos, balones de oro, tirar caños, rabonas, bicicletas, gambetearse a dos y clavarla en el ángulo.


Y el fútbol no era así.


Mi abuelo falleció en el 2013, habiendo visto a su Racing y su Selección en la cima del mundo, con el sueño no alcanzado de tener a su nieto mayor como hincha de la Academia pero con el consuelo de haberlo apasionado por el fútbol como se debe.


Un año después de su muerte, Racing sale campeón del torneo y Argentina llega a la final del Mundial. Algo que fue bastante paradójico, porque el fútbol tuvo mucha revancha con él. 


Porque sí, mi papá me hizo de Boca y logré disfrutar todos sus títulos, y también mi abuelo tuvo ese sueño frustrado, pero él me hizo sentir el fútbol, algo que yo no aprendí yendo a la cancha con papá.

miércoles, 19 de julio de 2017

La estufa de la seño Moni.

En el 2001, en un colegio muy conocido que queda a la vuelta de mi casa, en algún lugar de Villa Domínico, la señorita Mónica descubrió la mejor manera de entumecer a todos los nenes de la salita roja.

Nunca una maestra jardinera había tenido una idea tan eficaz hasta el día de la fecha, porque fue accidental, improvisto, pero inexorable. Éste descubrimiento fue sublime, revolucionario, impulsor de nuevas metodologías de la enseñanza y pedagogía.

Ese día hacía mucho mucho frío, los nenes iban con el pantalón y el delantal del colegio por encima del pijama y con camperas que les llegaban hasta las pestañas; la encargada de la cocina, Lila, se había olvidado de comprar los sacos de té para los nenes de las salitas verde, roja y azul, y para colmo, la seño Moni había tenido un encontronazo con la directora Alicia. En ese entonces éramos muy chiquitos y no entendíamos mucho, pero seguro era por el salario, por una licencia o por una queja de un papá.

La seño Moni era un ángel, los nenes entraban con ganas al colegio porque sabían que iban a tener un buen día, con té calentito y galletitas marca Okebon.
Ella muy pocas veces debió haber tenido problemas con alguien, y si los tuvo, con nosotros escondía su cólera para darnos su mejor sonrisa.

Ese día de grados bajo cero, el día de la discusión de Mónica, nosotros los nenes nos cagamos en las patas, como si no conociésemos a nuestra Moni angelical con sonrisa de princesa que nunca nos retaba.
Fue un día de anécdotas interminables, porque el día había empezado muy bien: yo le había pedido a mi vecina Doña Ivonne que me arranque tres florcitas de su planta, una para ella, otra para mi mamá y otra para la seño Moni; fue la primera vez que le toqué la mano a una chica que se llamaba Julieta; y fue la primera vez que no traje mis zapatillas repletas de tierra por jugar en el arenero, porque la seño Moni se había enojado, y eso me mató.

Después del encontronazo, la seño Moni cerró la puerta muy fuerte, la directora volvió a la dirección, María Belén se puso a llorar, Tomás molestó a Sebastián y Magalí se asustó. Mientras tanto, la seño Moni quiso recibir el invierno con un cálido abrazo. Agarró la estufa eléctrica, una determinada estufa con rejilla que incineraba a las moscas cuando le pasaban por delante, y la enchufó a la pared.

-No quiero que nadie toque esta estufa -nos dijo furiosa-, o me voy a enojar mucho.

Y nos quedamos atónitos, María Belén dejó de llorar para taparse la cara con la corbata, Tomás dejó de molestar a Sebastián y se agarró del asiento de la silla con fuerza y Magalí ya no estaba asustada, estaba al borde del colapso. Entonces, Moni se sentó.

-Vamos a leer un cuento, vengan a la alfombra -nos dijo.

Y como Speedy González dejamos todo y fuimos corriendo a la alfombra bajo el calor de esa estufa monstruosa, que seguía chamuscando a las moscas.

La seño Moni empezó a leer el cuentito con voz angelical, pero esa voz angelical no era de corazón, era fingida, pero para nosotros fue como una palmada en la espalda diciendo "Estoy enojada, pero no con ustedes". El cuento iba por la mitad y a algunos ya nos pintaba el sueño, porque eran las 9:30 de la mañana y recibíamos el calorcito de esa estufa que ya parecía una chimenea. Todo iba muy bien.

Pero en un momento, Mariano llamó a Sebastián, el quilombero. Como era de esperar, Sebastián, que estaba muy lejos de Mariano, se acercó gateando lentamente hacia él de manera tal que la seño Moni no se de cuenta, podía escucharse la música de Misión Imposible de fondo, y de hecho pudo haber sido una misión cumplida de no ser por una sola cosa. La estufa.

Sebastián era un ninja, se camuflaba con el delantal rojo de sus compañeros, era más silencioso que un jaguar acechando a su presa, gambeteaba como el Diego y tenía visión de águila con un objetivo en la mira: Mariano.

Él estaba por llegar, y a pocos centímetros de Mariano, cuando se preparaba para ponerse de pié, la botamanga del joggin se le engancha en una de las esquinas de la estufa, Sebastián se para lo más pancho y de repente plaff, la estufa con rejillas que parecían al rojo vivo, se cae arriba de la alfombra.

Como un depredador, la seño Moni levanta la mirada, lo ve a Sebastián, Sebastián la ve, ella cierra el libro, Sebastián se va a la mierda y la seño pega el grito:

-¡SEBASTIÁN!

La seño Moni levanta la estufa sin quemarse las manos, agarró a Sebastián del brazo y le dice:

-¡¿Vos no te cansas de hacer lío?! -y lo mandó a la dirección.

Ese día Sebastián se llevó una mala nota a su casa, el peor castigo para nosotros. A partir de ese día yo aprendí que compartir una sala roja es más que ir al colegio para que te enseñen, sino para entender como funciona el mundo, para colmo en un año tan controversial. Ese día me di cuenta que hasta la persona más angelical puede tener su punto de ebullición sin dejar de ser un ángel, aprendí que el sentido del peligro existe, que un día de enojo puede durarte para toda la vida, aún si no sos vos el enojado.

Y es hasta hoy que vuelvo a ese colegio, que camino por el pasillo, doblo a la derecha y sé que está el aula donde cursé mi salita roja. Es hasta el día de hoy que me cruzo a esta persona tan angelical e inclusive sigo recordando y teniéndole miedo a la estufa de la seño Moni.

sábado, 15 de julio de 2017

Short poetry for a careless

It will sound,
kinda unusual,
but since the last time I saw you,
I got even better and better, as usual.

I thought that without you,
my life had lost the whole sence,
but with the time I came up with a clue,
that I could stay down or start jumping the fence.

And ain't no need to feel bad about what happened,
I actually think it's a matter of time,
because you know you made me feel abandoned,
but that didn't even stop me to reach high.

There's no virtue on what you've done or you're doing,
you can't go out and pretend there's something you're proving,
and while you spend time smoking, pecking and failing exams,
I'm here doing it, because I already know my life needs for plans.

But don't you worry, my dear, you are allowed to live,
I know you'd never ponder about what I give,
hope you guess, at least, that I'm proud of you,
even despite the bad things we've been through.

I'm wondering if you're capable of taking another step,
'cause you made think about you in that way,
I have to admit that I'm here chilling on the web,
but you're there, throwing that idea away.

And wait, I've got a message,
for those boys whose are brillant,
please be cautious if you meet a girl,
especially if she's a brazilian.

martes, 11 de julio de 2017

Chocolatada con sabor a secundario

A veces la vida da giros importantísimos que nos hace derrapar y volcar al costado de la ruta, nos hace terminar en el hospital conectados a un respirador y hasta a veces pensamos estar cerca de cagarnos muriendo por no haber sabido aguantar lo que vino.

Será lo que será de la vida de cada uno, nunca hay un tutorial sobre como vivir la vida ni qué familia o personas elegir para vivir. Muchos pensamos que la vida es como Los Sims cuando se parece más a un juego de realidad virtual en el que inevitablemente las cosas suceden. Muchos pensamos que si algo se pierde es porque deja de existir, cuando en realidad eso que perdimos fue porque en algún momento lo ganamos, y no lo ganamos de la nada. Lo ganamos porque las cosas en realidad nunca se pierden, sino que se juntan para llegar a vos de vuelta en otra forma, y siempre mejor.

No elegimos lo que nos toca vivir ni con quien, los hechos y personajes ya existen en la historia que protagonizamos y es por nuestro curso que la historia cobra arte. De todos esos hechos y personas, sólo algunos/as pocos/as pueden llamarse "necesarios" o "indispensables" para nosotros los protagonistas.

Sí, somos todos diferentes y es según nuestras pasiones y procederes que hacemos pasar las páginas, pero si algo tenemos todos en común es el sentimiento de desesperada necesidad de alguien y algo.

Personalmente, a mis 20 años que presumo, tuve demasiada gente y demasiadas vivencias que mediocres quedan al ser comparadas con lo que viene a futuro. De "demasiada gente" safa mi vieja y de "demasiadas vivencias" o "algo" safa mi pasión por el deporte. 

Podría sentarme y escribir mil palabras sobre mi pasión por el deporte, pero ya lo hice y esta vez quiero trasladar mi pasión a mi mamá.

De chiquito siempre fue una facilidad para mí demostrar cariño a mi familia, muchos besos, abrazos y declaraciones de amor que quedaron en la infancia y en el tiempo. Hoy todo es diferente, viví una pubertad y pre adolescencia terribles por ser juzgado como algo que nunca fui, por bullying, por desprecios y comparaciones de mi familia (incluyendo a mi vieja) que me tiraron muy para atrás cuando deberían haberme motivado.

Aprendí con el tiempo a demostrar cariño ante casos muy específicos y personas muy específicas que no tenían que ver con lo anteriormente nombrado. Con el tiempo las cosas cambiaron, yo crecí, cambié, maduré, conseguí una compañía que duró casi cuatro años y de esas cosas pude aprender muchísimo, y hoy puedo decir que no me olvide de darle cariño a mi vieja, porque yo la amo, pero aún hay cuestiones en mi corazón que nunca van a terminar de aclararse.

Por esto y otras cosas más puedo decir por primera vez abiertamente al público (algo muy malo a mis casi 21 años) que amo a mi mamá más que a nada en el mundo, y eso que soy muy melómano con muchas cosas y personas. La amo porque estoy acá y soy lo que soy gracias a ella y mis abuelos, porque si bien hay más familia atrás que siempre estuvo, mi ser se concentra en ellos dos, de los cuales solo me queda ella.

Yo no demuestro mucho cariño, mamá, pero algo puedo decirte sobre aquel corazón rencoroso que se acostumbró a demostrar más con otras personas: que es tuyo.

El corazón lo tuve roto dos veces, dos veces que me hicieron mierda y que si bien no quiero llevar la cuenta, es inevitable no sentir las cicatrices. Sería como querer correr estando inválido o ser un político justo: básicamente imposible.

Mi corazón es tuyo porque yo decidí dártelo, porque te lo mereciste siempre y ahora mi cabeza no barrunta más. Sos paciencia y virtud, lucha e incondicionalidad, buscas tu más profunda filantropía y la usas en tus hijos, sabes escuchar y aunque seas una vieja de mierda, mi corazón va a seguir siendo tuyo.

Llore mami, llore. Porque las lágrimas a tu familia siempre serán de felicidad o nostalgia, nunca por dolor ni malintenciones, por más te cueste creerlo.
Cocine, mi vieja nomás. Tus milanesas son horribles en serio, pareciera que le pones empeño en que te salgan asquerosas, pero con lo demás me conformo y mucho más con las chocolatadas con sabor a secundario que bien sabes que significan.
Calentate las patas, boluda. Que tus consejos a mi corazón son mejor que cualquier suspiro, borrachera, sorbo de agua u otro consejo.
Y sobre todo, gringa, no me baje los brazos que fue eso lo que mejor aprendiste de tus padres, y es eso lo que a mí me dejaste aprender de vos, sin enseñármelo.

Hoy mami, mi corazón es tuyo, y para siempre también, porque tu resiliencia me abraza y nunca me suelta.

Hoy mami, te demuestro cariño como nunca, y sera, por supuesto, también para siempre.

lunes, 3 de julio de 2017

Estar enamorado

Hay una situación muy curiosa que imagino cuando visito ciertas ciudades, como si entrara en un tipo de trance o hipnosis que me deja paralizado como veneno de serpiente, dejando a mi merced solamente los párpados y las pupilas para deleitarme con el paisaje, por más mundanos o mediocres que sean.

Es una sensación similar a cuando vas en auto, por la ruta, y te quedas viendo los metros y metros de interminable pasto y árboles que se funden con el horizonte. Son creadores de filosofía, motores de epifanía con intenciones de ying y yang.

Me pasa en Capital Federal, en Avellaneda centro, en el pueblo de Patricios y en el barrio de la Boca. Cada uno de ellos es un pedazo de historia, una página amarilla que se niega rotundamente a quebrajarse por el tiempo, por más mal que este les haya causado.

Capital es una de las madres de mi país, me atrevo a decir que la única que siguió en pie a costa de políticos controversiales que pasaron y pasarán, es cuna de metrópolis y cruce de culturas, hipnótica, sublime. Es donde el pueblo se junta para todo, para manifestar, para militar, para festejar, para pasear, y solamente en México y Argentina vi como un pueblo tanto se hace escuchar.

Avellaneda, si bien no es mi cuna, es mi hogar. Lamentablemente nací en territorio cheto, y afortunadamente me crié en territorio humilde y trabajador. Pegadito a Capital está Avellaneda, con sus pequeños e igualmente sencillos barrios. Es normal que Avellaneda me cause tanto, porque vio nacer mis amores, mis penas, mis mayores alegrías y tristezas, gran parte de mi niñez, mi adolescencia y los mejores momentos de mi novata adultez. Con seguridad digo que cualquier rostro del mundo que haya visitado Avellaneda, no vuelve a ser el mismo a su posteridad.

Patricios, y no es el Regimiento, es la localidad del partido de 9 de Julio en el interior de Buenos Aires. Es un pueblo tocado y sufrido por idas y vueltas de los primeros pasos a la modernidad argentina. Fue privilegiado por el peronismo y vulgarmente visto por las posteriores presidencias de facto. En su historia yace mi sangre, porque es de allí donde Argentina sacó a uno de sus mejores ciudadanos jamás. En su sufrimiento por el ferrocarril y las deudas llegó el heroísmo de este ciudadano, quien además de ser mi abuelo es el causante de mi pasión.

Barrio de la Boca, cuna del fútbol de mis amores, de Benito y el arte, de bailantas y vivencias antiguas que pueden revivir cuando quieran tomándose el 29. Banderas suecas tomadas como ejemplo, ¿quien sabría lo que generaría?
Los conventillos, los trabajadores, las revoluciones y carnavales... la alegría. El barrio de la Boca no tiene calificativo, aunque me encantaría catalogarlo como 'Xeneize', pero sería muy vago.

Ir por la ruta en Buenos Aires es algo más que manejar un auto y seguir reglas de tránsito, es como si la vida de uno avanzara mediante la recorres. Yo no sé si será porque Argentina tiene algo especial en el mundo que hace que sus habitantes hagan de los barrios algo mágico o porque yo le llegué a dar ese significado mágico que tanto me apasiona. Por cualquiera de las dos razones, me enamoré de esa comodidad incondicional que tengo en Buenos Aires.

¿Cuantos en el mundo pueden decir eso de su hogar?