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miércoles, 25 de septiembre de 2019

Ella y él

Cuando recibí un mensaje de ella, triste, sensible, me vi en ella. Tan solo unos días después del peor cumpleaños de mi vida, a horas matinales, volvió a escribir con una mala noticia y, como es obvio, me sorprendí.

Días después me dijo que estaba confundida. Tomamos un café, repetía a sotavento que me quería pero que no sabía. Yo me sentí mal por mí, porque si bien la quería, yo no estaba confundido y si sabía lo que quería con ella.

Una semana después de mantener conversaciones bastante fluidas, me regaló lo que mi corazón quería escuchar:
"Si, probemos de nuevo".

Yo me alegré tanto que le compre un regalo que se que le gustaría muchísimo, empecé a recordar los puestos de flores más reconocidos de Capital para regalarle un clavel, su flor. Acepte cenar con mi viejo de lo feliz que estaba y le conté con felicidad aquello que me había dicho, porque el fue el primero que me vio mal al momento que todo ocurrió.

Pero, al mismo día, recibí otro mensaje.

Al final, ella no quería probar de nuevo. La mejor consejera de su vida supo darle ciertas pautas que, según ella, no supo ver a tiempo. Y culpó a esa debilidad por haberme dicho ese "Sí" tan lindo.

Se me vino el mundo abajo, otra vez.

Pensó que la historia se repetiría de nuevo, una historia tan vulgar e indigna de ser repetida, ella pensó que la repetiría conmigo. Porque se topó con una imagen mía muy similar a la de alguien que lastimó el corazón de una mujer muy valiosa, y no solo eso, sino el corazón de la mujer más valiosa del mundo tiempo después.

Le afirmé en mil maneras que sujetarse tan negativamente a mi era incorrecto, que yo no iba a darle ese futuro, sino todo lo contrario.

Uno ya no sabe con certeza cuál fue el proceso asociativo que tuvo lugar en ese pensamiento. Pero hoy ella es diferente.

Ella hoy se deja llevar por la corriente, volvió a darle fe al destino y puso al tiempo como juez unánime de nuestro futuro.

A todo esto, ella no me elije.

Ella no elije mis besos, mis abrazos, mis palabras, mi compañía. Aunque elije aceptar mi búsqueda y mi decisión inquebrantable hacia ella.

Ella supo compartir sus labios con quien pensó que le podría regalar un rato de distracción. Pobre ingenuo.

Hoy ella recibe mis mensajes. La mayor parte del tiempo parece ignorarlos, aunque después responde, y yo siempre quiero enviarle el mensaje correcto sin dejar de lado mis sentimientos por ella. Ella estudia, organiza su futuro a puro estrés, dialoga con sus semejantes. Ella intercambia mensajes con quien compartió algo más, algunos de ellos se suben de tono, algunos de ellos no son solo para él.

Y el verdadero él, el auténtico él, dueño de sus mensajes, sus labios, su corazón, su futuro, queda detrás.

Ella piensa que él mantiene aventuras textuales o fantasiosas con alguien más, capaz por asimilación, capaz por proyección, pero mientras, él sigue esperándola. Solo a ella.

Mientras ella quisiera volver a compartir sus besos, su cuerpo, con una situación que se le presente con alguien, él se mira al espejo y se pregunta si sigue siendo suficiente para ella, cuando en realidad, el ya es suficiente para sí mismo.

Desde el momento en que ella se generó las imágenes de algo que sucedió, el las lamenta. No por comparar las imágenes mentales de ella con las de él, sino porque justamente es él quien lamenta las imágenes que le quedaron presentes. Por lo lamentable y paupérrimo que fue. Por la moraleja dolorosa que eso supo ser.

Y mientras tanto, él la espera.

Ella se enoja, él le da espacio.
Ella está triste, él se presta.
Ella quiere algo, él se lo daría.
Ella sigue la corriente, él es firme.
Ella lo extraña, él también.
Ella desea que él sienta su falta, él llora en horario vespertino.
Ella lo quiere, él la ama.
Ella demanda su mundo, él le daría su universo.
Ella se sentiría señalada, él quisiera ser el señalado.
A ella le falta algo para volver a él, y el lo tiene, pero ella no lo ve.

Pero ella no es para él. Y él es de ella.

Y así será hasta que ella sea él, porque él está en ella.

Llegará el día donde se repetirá una historia, la historia que pudo haber sido a partir del "Sí" cancelado. Y llegará pronto, él estará dolido, tal y como hoy, pero ese día será feliz. Y será la felicidad de él la gran catapulta hacia lo que debió haber sido siempre.

Porque él no es menos que eso, y ella ya lo sabe