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martes, 22 de septiembre de 2020

Díganle

Díganle que no estoy, que me fui
si me equivoqué y no he aprendido,
y aunque se haya ido ella primero,
díganle que no estoy, que me despedí

Que muchas gracias y que así jamás,
que el destino es esto y será aquello,
es su razón que merecía más,
que aún la lloro, por lo feo, por lo bello

Que no es cuestión de quien perdió,
es casi como esperar al semáforo,
me mandé y crucé la Cerrito en rojo,
me pasaron dos por encima ¿y ahora qué hago?

Díganle que lo sé, que han pasado cosas,
de contradecir lo que íbamos proyectando,
que tengo claveles, no tulipanes ni rosas,
díganle que acá estoy, que la estoy esperando.

viernes, 10 de abril de 2020

Un todo de poco

Tuve que volver acá, no sé bien por qué.

Pensé que estaría peor a esta altura del año, pensé que me seguiría acordando de vos con la misma intensidad que el año pasado.

Tengo una mezcla de sentimientos que no sé como equilibrar.

Te adoro, creo que seguís siendo una de las mejores personas que conocí en mi vida y que probablemente por eso te hayas ganado por unanimidad que te considere como la mejor química que pude o pueda llegar a tener, pero te tengo un odio tan grande, tan intenso que no me cabe en el corazón.

¿Por qué siento odio aún así sabiendo que no me cabe? Porque aunque me generes rechazo, el lugar que decidí guardarte para cuando decidas volver, elegí no llenarlo de odio, sino dejarlo vacío, en respeto y por amor a los mejores días. Por eso el odio que te tengo es siempre hacia afuera.

No puedo creer que hayas sido tan desconsiderada, tan ciega, tan ingenua. Tenías en frente tuyo a un flaco que se rompió y se construyó solo de nuevo, con todas las seguridades del mundo de nunca volver a romperse, porque se reconstruyó uniendo las partes rotas con nada más que cariño. Capaz supe reconstruirme yo, pero vos no supiste sanar. Y seguís sin sanar.

A pesar de eso, nos seguimos hablando, me acuerdo que me enviaste un video de tu hermana diciendo "Alberto Fernández" y compartimos la última mejor buena onda. Pero mientras tanto, vos estabas de acá para allá con alguien de quien no querías engancharte porque no te quería y estaba con 25 por semana.

Y vos te enojaste conmigo porque, para ese entonces, yo seguía teniendo sentimientos por vos, y los expresé completos porque era obvio que eso me iba a destrozar (felicidades, lograste tu cometido).

Tengo ciertos fundamentos de que quisiste devolverme todo lo que te hice, después tuviste la osadía de pensar que yo te deseaba algún que otro mal ¿Cómo te da la cara?

Sin embargo, a pesar de equivocarte y seguir equivocándote hasta hoy día, me alegra que hayas seguido el último consejo que te dí y te hayas permitido sentir otra vez. Aunque bueno, volviste a tu tan afamada rutina de salir con feos.

Retrocediste. Hoy salís con una persona con la cual vos ya sabes como van a terminar las cosas. Le regalas palabras baratas y a mí me regalas frases de resentimiento en Twitter, y es obvio qué es lo que te pesa más.

De todas maneras es tu vida, es importante que siendo tan grande te des cuenta sola de las cosas, solo espero que el dolor que te genere cuando esta aventurita concluya, no te separe de tus responsabilidades ni te aleje del origen de los sentimientos que hoy tenés que, por cierto, vos sabés muy bien de donde vienen y por qué los estás canalizando así hoy.

Solo espero que cuando llegue nuestro reencuentro entiendas que nada va a volver a ser como antes, que será increíblemente más difícil para vos, muchísimo más de lo que será para mí. Digo, porque esas desventuras de gimnasio y sushi, o costa y porro, o bien cualquier cosa que hayas adquirido para distraerte en lugar de sanar, no volverán a acercarse a tu vida. Te espera algo más noble, algo más sano, más sincero, más puro.

Te espera algo más.

Además, te va a faltar muchisima fuerza para dar el voto de fe que me querrás dar.

Por el momento, ahí donde estás, en ese lugar lejano donde elegiste estar, estas bien. Quedate ahí. Feliz cumpleaños.

Ahora sí voy a poder dormir mejor.

P.D.: ¿Escorpiano? ¿Vos no aprendiste un carajo, no?

sábado, 25 de enero de 2020

Juan.

Juan no sabe por qué sufre, a veces logra darse una idea del por qué, logra darle una explicación mediante recuerdos, pero después se diluye, en su rutina y en su ambiente, ese malestar emocional que siente en el pecho.

Para Juan el tiempo pasó muy rápido, su noción de cercanía con lo que le sucedió no cambió ni un poco y terminó enterrándose en la arena cual neumático. Él es consciente de que ya pasaron seis meses y un poco más, pero para él solo pasaron unos cuantos días, porque el ya no cuenta las horas hábiles del día según el reloj, no cuenta los días según el calendario, sino que valida el tiempo que fue efectivo en sus reflexiones. Y Juan no deja de reflexionar.

Desafortunadamente Juan resultó darse cuenta de lo que era capaz de hacer una persona cuando se tropezaba, pero hizo que otras se tropiecen con él y dejo inestable a su compañía.

Juan no sabe por qué sufre. Porque sabe que por lo que sufre y por quien sufre, no sufren por él. Sufre porque ahora ya nada es recíproco para él, ni la incondicionalidad de la compañía que tenía, ni tampoco el sufrimiento que causo en ella. Lo único que tiene, es su sufrimiento.

Y mientras Juan conoce a personas nuevas que no saben que sufre (porque se diluye en su rutina y en su ambiente), logra impulsarse de a poquito en curar esa parte que le falta curar. Aunque Juan podrá curar, pero olvidar es algo que no le sienta bien.

Hace poco Juan tuvo un sueño premonitorio, donde esa persona que era su compañía venía corriendo a buscarlo, se tomaba el 17 en dirección a su casa y lo iba a buscar, porque aún lo quería. Entonces Juan, que le gustaba mucho exclamar la ingenuidad que esta persona adquirió, se dio cuenta de que también él lo era.

Hoy Juan tiene gran compañía, se pasa los días diciéndose "al menos tengo su compañía", y se lamenta. Se olvida que tiene una compañía que es invaluable e irreemplazable que jamás lo abandonará, la de sí mismo. Juan sabe que la tiene, pero a veces no la aprovecha bien.

O por ahí la aprovecha, pero aún desearía que la persona que tanto lo acompañó, lo siga acompañando. 

De hecho él intentó que lo siga acompañando, hasta sus últimas gotas de sudor y lágrimas. Pero ese fue el principal motivo por el cual ya no se acompañaron más uno al otro, porque solo lo intentó él.

Un día Juan se dio cuenta de que fue el amor de la vida de alguien que ya no está, que dejó una vara altísima porque él era altísimo, hasta que decayó. Un día se dio cuenta cuanto perdió cuando lo perdió y hoy ya no sabe si eso lo recuperará algún día.

Juan habló y se sinceró deseándole un futuro próspero, unos éxitos rotundos y guardó un lugar dentro de sí para ella, por si las moscas volvía. Ella lo extrañó al día siguiente y se sintió querido de nuevo.

Juan debió haber sabido que en ese preciso instante tenía que tomarse el tren y hacer 11 kilómetros hasta el sur y tocar su timbre, pero no lo hizo.

Ese día Juan supo que sufriría hasta que ella, quien supo ser su mejor compañía, se acordara de él. Porque él no sabe si es recordado con una sonrisa, con enojo o con indiferencia, solo sabe que es recordado, y le enoja que se ignore eso. Porque Juan está de brazos abiertos, y lo estará siempre, esperando ingenuamente.

Y aunque su compañía le halla dicho que no acompañaría a cada imbécil que se le cruce, él sabe que ella disfruta de ser acompañada. Y se pone contento, porque sabe que sonríe.

Ese día Juan se dio cuenta que ya nada sería lo mismo, pero se dio cuenta que, al mismo tiempo y dado lo explicado, la querría siempre.

Juan sabe que esto no terminó acá, pero tal y como aprendió de Juana, está disponiéndose al destino con una sonrisa que cada día se hace más grande. Y él sabe que eso no se lo debe a más nadie que a sí mismo.

Y llegará un día, en su calendario o en su reloj especiales, en el que Juan dejará de ser tan Juan.