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lunes, 12 de enero de 2015

Gabriela.

Año 2037, Brasil, São Paulo. 02:13 a. m.
Típica pareja mixta parlando sobre su juventud, queriendo dejar atrás su agobiante rutina de padres y de trabajo.
Temas como la crisis económica mundial, la contaminación, la crisis del virus del ébola o los atentados terroristas no son su eje de conversación en el sillón del living, mientras reproducían en DVD una recopilación de los capítulos de la tan apreciada "Avenida Brasil", que tanto furor había tenido en Brasil y Argentina en los años 2012 y 2014, respectivamente.
Entre recuerdo y recuerdo, se filtra una sola pregunta: 
"¿Te acordás de aquellos años, linda?".

Franco conoció a Gabriela en lo que se conoce como "huevada" de los quince años. No de ella, de una amiga suya, en ese momento. No hubo nada más que esas miradas que los extraños se dan cuando se cruzan por la calle. En la fiesta de los quince de su amiga, se vieron de nuevo.
Pero ocurriría nada hasta marzo del año próximo, cuando ambos ya se habían liberado de cualquier presión sentimental que hayan podido tener previo a su encuentro.

-¿Te acordás de cuando éramos jóvenes? ¿Recordás nuestro primer beso? ¿Recordás?

-Sí, bobo, me acuerdo. Me hacés sentir nostalgia.
-Bueno, tenés razón, perdoname.
Se dieron un pico y siguieron viendo maldecir a Carminha.


Sí, soy Franco, y esta es mi proyección a futuro. Me persigno por todas y cada una de las palabras.

Y es que no hay manera de que no pueda soñar con ello. No hay día en que no me proyecte una ilusión. No hay momento en el que olvide cada una de los dichos de Gabriela en forma de deseo: "Vamos a tener un living bien grande, para empezar"; "un departamento, obvio"; "un Máximo pero que se llame Firulais". Madre mía.

Cualquier otro chabón sentiría incomodidad al escuchar semejante proyección de una vida que nadie da garantías de que termine concretándose. Para mi es una diversión, un orgullo, un... sueño.

Tan solo pensar en ello es un regocijo. Con ella me dí cuenta de muchas cosas, le hice dar cuenta de muchas otras; juegos van, juegos vienen; amaba comportarse como una chiquilla al saber que había un "changuito" esperando a que se suba; yo amaba discutir con ella, cada pelea era tan extensa que cada una contaba como un año más de relación, prácticamente.

-¿Te acordás de las peleas?

-Franco, mirá la novela.
-No, en serio. Que boludos.
-... boludo vos.
-... ¿En serio me estás hablando? 
-No.

Otra cosa que recuerdo son los regalos. Eso era estupendo. La cantidad de joyas que le dí. Ni hablar del montgómery invernal, obsequio para mi cumpleaños. Cada ramo de flores. Cada chocolate. Todo, básicamente, desde un rico almuerzo abundante en grasa, hasta unos $3 invertidos por el otro como pasaje de colectivo.

-Alto montgómery me habías dado, eh...

-Sí sí, de nada.
-... mala. Che ¿Y de las flores?
-Ya Franco, ¡dejame escuchar! ¡Meu Deus!

Sofía Bianca y Felipe Ignacio. ¿Saben? Nunca tuve problema con el nombre "Sofía Bianca", es hermoso, original, dulce y cuando uno trata de imaginarse la anatomía de esta futura mujercita, me imagino a una personita con rulos, nariz blanda al tacto y ojos iguales a los de la madre. Tampoco tuve problemas con "Felipe", aunque me gusta más "Ingnacio" como nombre de pila, pero por estar con ella, dejaría que le ponga "Pluto McDonald" a nuestro primogénito. Creo que no importaría el nombre, mientras sea con ella.

-¿Están dormidos los chicos, no?

-Si, cada día más grandes mis garotinhos.
-¡Al fin! Ya era hora... ¿Ese se llamaba "Maxwell", no? El traidor de la familia de Tufão.

Recuerdo también que siempre me divertí con muy pocas cosas y de manera muy fácil. A mi me bastaba con un juego de mesa a los 8 años; a los 11 estaba saltando en una pata por la PlayStation2; a los 14, un partido de fútbol de una hora entre amigos; a los 17 ver a la Selección, dos horas tirado en mi cama. Cada día más ermitaño, más panzón, por eso los hombres llegan gordos a la luna de miel.

-Linda
, hagamos otra cosa. Todo bien con Jorgito, pero me pudrió esto. Pidamos un kilo de helado.
-Qué amargo que sos, viejo.
-Bueno, me lo como yo solo.
-Ni en pedo.
Y por último, pero que más adoraba, además de estar con ella, era el pensamiento de arrodillarme y enseñarle un cilindro sin topes con un diamante en su copa. Esa podría ser mi mejor hazaña.

*Mientras comen helado, pero siguen viendo Avenida Brasil.

-¿Te acordás de cuando te lo pedí?
-¿Qué cosa?
-... casamiento, gila.
-Ay si, bebito. Me acuerdo.
Y cesaron la conversación definitivamente con un pico y un simultáneo: "¿Vamos a dormir?".


Contra el mundo, incluso con armas de juguete.

2 comentarios:

  1. awww! aunque no te conozco, leer tu historia proyección o no ... lo sentí man! ..

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  2. Me alegro mucho de que te haya gustado. Es una proyección que, de a poco, se irá haciendo realidad. ¡Gracias!

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